"CIGARETTE BURNS" (John Carpenter)
Según Ann Radcliffe, escritora de novelas góticas, el horror se diferencia del terror al abordar un terreno más explícito, evitando la sutileza y la insinuación, y provocando directamente nuestro rechazo, apelando a los instintos más básicos de nuestra condición. Si hacemos caso a esta afirmación, de todos los capítulos que conforman la serie "Masters of Horror", es el de John Carpenter -Cigarette Burns-, el único que nos enfrenta cara a cara al mal en estado puro, consiguiendo nuestro repulsa, pero a la vez la más inquietante de las sugestiones; el único que nos estremece directamente y que nos sacude desde dentro. Y lo consigue a través a un ejercicio de pasión fílmica, de pura mitomanía cinematográfica, donde mientras disfruta, Carpenter también experimenta.
Leni Riefenstahl ya demostró en 1934, que el cine no sólo era un curioso invento para el divertimento en ferias locales, sino que podría convertirse en un arma de probada contundencia para la exaltación de masas. Así lo demostró en la fascinante El triunfo de la voluntad (Triumph des willens. 1934), documental propagandístico sobre el Congreso del Partido Nazi en Nuremberg, trabajo polémico que se mueve entre lo hiriente de su mensaje y el embeleso de sus formas. Pero, ¿podría existir acaso una película que fuera mucho más allá, algo que surgiera directamente del Hades y que transformara a cualquiera de nosotros que la visionara? ¿dos rollos de metraje que atacaran directamente el alma, torturándonos con nuestros más profundos secretos, y reviviendo aquellos pecados cometidos a lo largo de nuestra existencia? Pues sí, existe: su nombre es La fin absolue du monde, y fue dirigida por Hans Backovic. Oficialmente solo se proyectó en una ocasión, en un pase nocturno del Festival de Sitges (sic) de 1971, y tal fue el resultado -una gran revuelta en la sala que concluyó con cuatro muertos-, que el film fue prohibido, y algunos dicen que destruido por el gobierno. El secretismo que ha rodeado a esta obra demoníaca está a punto de ser desvelado, y su paradero puesto al descubierto, cuando un coleccionista privado requiere los servicios de un joven propietario de un cine para que encuentre...La fin absolue du monde.
La aportación de Carpenter a "Masters of Horror" nos devuelve la versión óptima de este director, entregándonos posiblemente lo mejor que ha rodado desde En la boca del miedo (In the mouth of madness. 1994). No es casualidad que ambos trabajos se conviertan en adaptaciones de ese mundo febril y barroco del escritor norteamericano H.P. Lovecraft. Carpenter realiza un paralelismo entre la búsqueda de la copia del film, y la bajada a los infiernos de su protagonista -el enigmático Norman Reedus-, un hombre torturado por el suicidio de su novia, y que ha contraído una fuerte deuda con el padre de ésta.
Cigarette burns es puro metalenguaje, es un ejercicio de experimentación con las herramientas cinematográficas para realizar un sentido homenaje al cine, a las películas como elementos que van más allá de su naturaleza de consumo, y que se convierten en motor de nuestras emociones, ocupando un puesto de lujo en nuestras vivencias cotidianas. El uso de los "cigarettes burns" -esas marcas que indican el próximo cambio de rollo- actúan a modo de inmersión sucesiva en la pesadilla que está viviendo el personaje principal, rememorando el episodio más doloroso de su vida, también remarcada por rápidos insertos de fotogramas, o el corte en los raccords. Y es que de algún modo, Carpenter es a la vez, director y proyeccionista, en cuanto trastoca su ficción de la manera que a él le conviene. Como bien afirma uno de los personajes, "cuando desaparece una "marca", cualquier cosa es posible, es la anarquía".
La visión de la industria cinematográfica en Cigarette burns también se encuentra brillantemente subvertida por el prisma del maestro: ese crítico de cine incapaz de concebir la reseña idónea del film, y que se encuentra hacinado en una cabaña aislada durante 30 años rodeado de folios; un coleccionista privado que nos advierte sobre la importancia del montaje mientras rueda una snuff-movie, y secciona el cuello de su víctima, con una cizalla utilizada precisamente para montar (sic); o ese director, que busca la atracción más fuerte para el público, y que terminará enloqueciendo por su propia obra. Todo en Cigarette burns es genial: su ritmo in crescendo, la tenebrosa atmósfera, la partitura compuesta por Cody Carpenter, etc... Solo le recriminamos una cosa a Carpenter, y es ¿por qué demonios no realizó un largo con este material? ¿Rodará su personal versión de La fin absolue du monde, y la presentará en el próximo Festival de Sitges? Realmente desvarío, pero lo que sí es cierto es que, desde este pequeño e insignificante blog, seguiremos reivindicando a uno de los más grandes directores de los últimos treinta años.
DEER WOMAN (John Landis)
Deer Woman es la vuelta de un iconoclasta como John Landis a los relatos de corte licántropo, al más puro estilo Un hombre lobo americano en Londres (An american werewolf in London, 1981), pero en esta ocasión, basándose en una supuesta leyenda india donde una bella mujer se convierte en ciervo para castigar a los hombres que intentan acostarse con ella. El acercamiento al género del terror por parte de Landis siempre ha sido muy poco ortodoxo, y su aportación a Masters of Horror no supone una excepción.
A medio camino entre la comedia negra y la buddy-movie, Deer Woman maneja un tono distendido, bastante afable, y decididamente, muy poco inquietante. Carece de la garra de otros episodios, aunque, dado quien está tras las cámaras, está bien rodado, eso sí, sin estridencias. Da la impresión de ser casi más un autohomenaje que termina cayendo en una deliberada autoparodia. Así pues, poco más que añadir a esta ligera decepción.
Saludos