viernes, agosto 24, 2007

[Retro] "Atracción diabólica" (George A. Romero, 1988)


Los términos “George A. Romero” e “implícito” pueden ser tan antagónicos que ni siquiera juntos serían capaces de formar un oxímoron. El camino escogido por el director norteamericano así lo ha manifestado, un trayecto que se deshizo de la sutileza desde su mismo comienzo, y cuya creciente autoconciencia ha de investigarse en el espacio fílmico que comunica dos puntos de inflexión: la elección de sendos actores de raza negra tanto para La noche de los muertos vivientes como para La tierra de los muertos vivientes; en un caso por azar/necesidad y en el otro como decisión consciente que apoyara su talante transgresor. En ese espacio se ha edificado un cine que presta más atención al significado que al significante, a lo que colabora un feísmo estético que nada tiene que ver con potenciar la imagen primitiva, sino más bien responde a la torpeza endémica de Romero a la hora de encuadrar. Claro que todo ello podría excusarse si atendemos a una voluntad einsensteiniana que prioriza el proveer a sus imágenes de un incisivo discurso, o si, parafraseando a Stephen King, entendemos que sus películas cumplen un trabajo "sucio" al apelar directamente a lo peor de nosotros mismos, de ahí el carácter amateur de sus fotogramas. Con todo, hay quien le interesa no tanto las arengas que pregona Romero de forma explícita sino aquello que dormita bajo sus imágenes; no tanto su soflama post 11-S sino su particular visión de una nueva lucha de clases dentro de un orden político casi medieval; la desalentadora y hobbesiana concepción de la condición humana antes que su sátira del consumismo; o el aislamiento y falta de privación estimular como camino hacia la locura por encima de la crítica al militarismo.

En Atracción diabólica, adaptación del best-seller de Michael Stewart, también hay un discurso que obstruye a otro discurso, acaso más temerario y perturbador. Si el primero es representado por Romero con su habitual explicitud, el segundo pasa de la opacidad a hacerse visible de manera progresiva y casi natural. No resulta trivial la cita anterior de Stephen King cuando Romero concentra su esfuerzo en enfrentar al ser humano a un estado primario, proyectado en la figura física de un primate. Un primate que, como si de una cruel paradoja se tratase, devuelve la ilusión de la vida a su propia evolución, a un hombre postrado en una silla de ruedas e incapaz de moverse de cuello para abajo debido a un accidente. En esa enfermiza y un tanto zoofílica relación que se establece entre el hombre y el primate –que es una hembra-, se introduce la figura de una joven investigadora, generándose un triángulo amoroso que viene a ser una versión llevada al delirio del subgénero de las “stalker-movies”, desde Escalofrío en la noche hasta Fanática, pasando por Atracción fatal. Y es a través de esta brillante metonimia como Romero se permite reducir a la mujer a la categoría de animal, de emoción sin raciocinio, en una aguda declaración no exenta de misoginia. El fantástico vuelve a erigirse entonces como el género subversivo por excelencia, el único capaz de decir las cosas a la cara pero mirando hacia otro lado. Valiente oxímoron, ¿no?

Saludos

domingo, agosto 05, 2007

[Entrevista] Escorto 07




Para interesados en las opiniones de un servidor, aquí os dejo una entrevista realizada con motivo del próximo Escorto, porque como sabéis, uno andará por allí pululando. También dejo el enlace a la web del staff del Festival.

Por lo demás, mañana me marcho unos diez días de vacaciones, con la consabida falta de actualizaciones, pese a que tampoco eran muchas comparadas con los viejos tiempos. Puesa nada más, nos veremos dentro de poco.

Saludos

jueves, agosto 02, 2007

[Retro] "El manuscrito encontrado en Zaragoza" (Wojciech Has, 1965)




Hace escasas semanas, una oportuna edición en dvd nos ha brindado la oportunidad de disfrutar de una de las obras imprescindibles del cine polaco, El manuscrito encontrado en Zaragoza, dirigida por Wojciech J. Has y basada en la novela homónima de Jan Potocki. Tomando como base la primera parte del texto original, el film, dispuesto según una compleja red de historias dentro de historias a modo de estructura de “muñecas rusas”, supone el adentrarse en un universo que combina lo insólito con lo naturalista, lo fantástico con lo cotidiano, lo occidental con lo orientalista. Para ello, nada menos que seguir las extraordinarias peripecias de Alphonse Van Worden, un noble caballero embarcado en un extraño viaje que deviene en aventura iniciática, y sus innumerables encuentros con toda clase de excéntricos personajes –desde hermosas princesas a roñosos ermitaños pasando por miembros de la Inquisición- que lo transportarán al centro de una narración en espiral. Todo ello dentro del marco de una España prerromántica, impregnada por el halo de lo misterioso, de lo macabro, pero también imbuida en un agradecido libertinaje y espíritu picaresco que abraza sin reservas lo profano a través de su ingenua y nada sórdida sensualidad. Una sensación avivada por el pulso creativo de su realizador, Wojciech J. Has, capaz de sacrificar la vibrante progresión narrativa de la novela de Potocki en aras del exacerbo estético, de una ostentosa puesta en escena que conjuga lo ominoso con lo maravilloso, apoyado en las constantes manifestaciones de índole surrealista.

Quizás a estas alturas sería necesario preguntarse cómo podríamos abordar El manuscrito encontrado en Zaragoza desde una perspectiva actual, contemporánea, alejada por ejemplo de la lectura social que propició en su época. Tras esta tesitura, y encorajinados ante la proclamación desde ciertos sectores de la imposibilidad de que el relato pueda seguir siendo relato, El manuscrito encontrado en Zaragoza, versión Has, castiga tal concepción reivindicando de manera firme el noble arte de narrar. Y lo consigue no solo gracias a su secuenciación en historias que abren paso a otras historias, sino en ese juego de universos paralelos donde el cuento contagia a la realidad, guiándola, encauzándola hacia la meta, cual enseñanza ajena no obstante a moralismos. Así es El manuscrito encontrado en Zaragoza, que proclama desde la belleza y sugerencia de sus imágenes la influencia del cuento, de la ficción, en la realidad (¿en que realidad?), mientras afronta el “fantástico” como una constante exploración de nuestros rincones ocultos, de esos placeres que difícilmente nos atreveríamos a satisfacer.

Saludos