La carrera cinematográfica del prolífico director surcoreano Kim Ki-Duk se ha caracterizado por un desarrollo bastante coherente, por la frecuente repetición de una serie de inquietudes personales que conforman ese mundo "autoral" que posee. Con el paso de los años -en los que también ha influido un proceso intenso de transformación espiritual- su cine ha ganado en reflexión, y también en abstracción, todo ello sin abandonar sus constantes temáticas y apostando por unas imágenes más estilizadas. Este cambio se ha hecho patente en sus tres últimos trabajos, donde Ki-Duk se ha encargado de dar una notable vuelta de tuerca a sus convenciones, alejándose de sus primeras y transgresoras propuestas.
Tras alcanzar la cima con la magistral Hierro 3 (Binjip. 2004), Ki-Duk presenta El arco (Hwal. 2005), otro relato intimista, de amor posesivo, pero donde no descarta su siempre acertado interés sociológico. En El arco vuelve a situar la acción en un único escenario -en este caso, una barca-, donde coloca a dos personajes alejados del núcleo desarollado. Un hombre de avanzada edad convive junto a una adolescente en esta pequeña embarcación, esperando a que ella cumpla la mayoría de edad para desposarla. Sin embargo, deberá defenderla con un arco de las injurias que la joven sufre por parte del resto de pescadores, elemento -el arco- por otra parte metafórico, ya que es a la vez, objeto de destrucción y de creación. El último largometraje del director de Samaritan Girl (Samaria. 2004) puede considerarse una extensión de Hierro 3, ya que su retrato del outsider -arquetipo de toda su filmografía- se asemeja irremediablemente a la pareja que vagaba de apartamento en apartamento en la Corea contempóranea.
Tras alcanzar la cima con la magistral Hierro 3 (Binjip. 2004), Ki-Duk presenta El arco (Hwal. 2005), otro relato intimista, de amor posesivo, pero donde no descarta su siempre acertado interés sociológico. En El arco vuelve a situar la acción en un único escenario -en este caso, una barca-, donde coloca a dos personajes alejados del núcleo desarollado. Un hombre de avanzada edad convive junto a una adolescente en esta pequeña embarcación, esperando a que ella cumpla la mayoría de edad para desposarla. Sin embargo, deberá defenderla con un arco de las injurias que la joven sufre por parte del resto de pescadores, elemento -el arco- por otra parte metafórico, ya que es a la vez, objeto de destrucción y de creación. El último largometraje del director de Samaritan Girl (Samaria. 2004) puede considerarse una extensión de Hierro 3, ya que su retrato del outsider -arquetipo de toda su filmografía- se asemeja irremediablemente a la pareja que vagaba de apartamento en apartamento en la Corea contempóranea.
Se podría afirmar que los desheredados del cine del surcoreano son cada vez más libres y se sienten menos atados a la sociedad. De hecho, y al igual que en Hierro 3, se establece una curiosa relación entre ellos y los pescadores que proceden del espacio urbano. Si en aquella, Tae-Suk penetraba en casas ajenas para resguardarse y a cambio lavaba sus ropas y arreglaba sus equipos domésticos, en El arco somos testigos de otra relación de intercambio entre los dos modelos protagonistas. Aquí, es el viejo quien alquila su barca a los pescadores para que estos ejerzan su labor. Así pues, es ahora el urbanita quien se introduce en el mundo del outsider, y termina pervirtiéndolo, evitando que éste alcance la felicidad que busca. Ki-Duk plantea este asunto a través de la dicotomía entre la tradición y la modernidad; no en vano, tanto el viejo como la adolescente conviven en un estado casi primitivo -ella apenas sabe usar los palillos y realiza sus necesidades a la vista de todos; ambos practican un ritual al límite del riesgo físico; apenas se comunican-, mientras que los extraños que acuden a su embarcación (¿símbolo alegórico de Corea?), traen consigo elementos tecnológicos -un móvil, un reproductor mp3, una cámara de fotos digital- que perturban la estancia de sus habitantes. Para el surcoreano, existe una fractura entre lo viejo y lo nuevo, acuñado en una imposibilidad de que ambos mundos puedan convivir tanto física -crf. la bella estampa de la joven aderezada con un vestido tradicional, mientras usa unos auriculares...que están desconectados del equipo-, como emocionalmente -la relación entre los habitantes de la barca se ve rota con la llegada de un atractivo joven-.
Kim Ki-Duk vuelve a demostrar una gran pericia a la hora trabajar en un escenario de muy pequeñas proporciones, pero no construyéndolo de un modo físico, tradicional -o incluso claustrofóbico como se podría pensar dadas sus dimensiones- para que el público se sienta orientado, sino maximizándolo, a modo de extensión mental de aquellos que lo ocupan, del mismo modo que en La isla (Seom. 2000) o Primavera, Verano, Otoño, Invierno...y Primavera (2004).
Kim Ki-Duk vuelve a demostrar una gran pericia a la hora trabajar en un escenario de muy pequeñas proporciones, pero no construyéndolo de un modo físico, tradicional -o incluso claustrofóbico como se podría pensar dadas sus dimensiones- para que el público se sienta orientado, sino maximizándolo, a modo de extensión mental de aquellos que lo ocupan, del mismo modo que en La isla (Seom. 2000) o Primavera, Verano, Otoño, Invierno...y Primavera (2004).
Habrá muchos que afirmen que El arco es el enésimo film oriental que busca seducir al espectador mediante el recurso del exotismo, pero los defectos de esta película se encuentran más allá de esa superficial apreciación. Si bien visualmente la belleza de sus planos es intachable, sí se aprecia cierta impostura por parte del director en conseguir esa poética natural que acaricie a la historia. Da la sensación que El arco forma parte de un "work in progress", un trabajo puente hacia nuevas metas artísticas, y que Kim Ki-Duk ha facturado sin la fluidez de antaño. Solo así se explica el incómodo subrayado musical que ahoga a las imágenes, o cierto tedio narrativo hacia el final del metraje.
En definitiva, El arco se configura como un largometraje interesantísimo para comprender hacia donde se dirige el realizador surcoreano, pero peca de un cierto estancamiento formal, abarcando una serie de clichés que se olvidarían si sus imágenes desprendieran una naturalidad de la que realmente carecen.
Saludos
En definitiva, El arco se configura como un largometraje interesantísimo para comprender hacia donde se dirige el realizador surcoreano, pero peca de un cierto estancamiento formal, abarcando una serie de clichés que se olvidarían si sus imágenes desprendieran una naturalidad de la que realmente carecen.
Saludos
3 comentarios:
¿Cómo es posible que cada vez que leo una crítica tuya me entren ganas de ver la peli? Chico, cada vez escribes mejor; da gusto leerte. Por mucha falta de naturalidad que tenga la película, a mí me apetece una barbaridad verla; y es que la verdad: lo que he visto de my darling Kim, aunque no sea mucho, me ha entusiasmado. Por cierto, todavía estoy esperando ver Samaria...
;)
Congratulations!!!
Hasta ahora has sido uno de los pocos que cuida su ortografía, te felicito.
Bueno, por fin la he visto...
Muy bonita, Ki-Duk no ha perdido su toque, sí que es cierto que no aporta nada nuevo, pero ya les gustaría a muchos tener el estilo y el saber hacer que tiene este hombre. La BSO preciosa, también es cierto que en algunas escenas su volumen es demasiado alto, pasando de acompañar a las imágenes a formar parte activa del relato y es que, a falta de diálogos buenos son acordes... XD
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