"El bosque", de M. Night Shyamalan se convirtió seguramente en uno de los films más polémicos del pasado año. Y no solo por su mensaje, tachado por algunos como neoconservador (¡!), sino sobre todo por las eternas discusiones que surgieron en la mayoría de foros cinéfilos que pueblan Internet entre adeptos y detractores del largometraje. El recibimiento de la crítica norteamericana fue algo ambivalente, si bien distintos medios no dudaron en atacar de forma abierta a la última obra del director de "El sexto sentido"; por el contrario, la crítica europea se mostró más condescendiente con el resultado, quizás por los propios méritos del film o por llevar la contraria a los analistas estadounidenses. Hasta el punto es así que la prestigiosa revista francesa "Cahiers du cinema" la eligió como una de los mejores del 2004. El público mayoritario, por otra parte, se sintió engañado, si bien este defecto se le debe achacar más a la condenable campaña de promoción llevada a cabo por la distribuidora, que la vendía como un film de terror, cuando no es más que un drama costumbrista con elementos del fantástico. Polémicas aparte, "El bosque" puede gustar o no, pero cualquier persona con una suficiente capacidad de análisis cinematográfico se dará cuenta que es una obra dirigida con esmero, fotografiada de manera impecable, y dotada de un gran guión, con sólidos personajes, una trama bien enlazada, y unas dosis brutales de alegoría social (por cierto, si no la has visto por favor, no sigas leyendo ya que se desvelan aspectos vitales de la trama).
Muchas críticas se han vertido sobre el cine de Shyamalan por considerarlo tramposo. La constante utilización en todas sus obras de ese giro final que obliga al espectador a replantearse todo lo visto anteriormente es uno de los "supuestos" defectos que sus detractores ven en ella (1). "El bosque" no podía ser una excepción, pero basta una atenta mirada para descubrir que no es así. De hecho, el primer plano ya es toda una declaración (ver arriba): la cámara de Shyamalan surge de entre la multitud para mostrarnos el funeral por el hijo de uno de los mayores de la villa. Nos acaba de situar entre los pobladores; el espectador deja de ser un elemento ajeno al film, sino que forma parte de esa comunidad, engañada por quienes la dirigen. Por lo tanto, la audiencia va descubriendo "el pastel" como si fuera un lugareño más, como si fuera Ivy Walker o Lucius Hunt, y el giro final no deja una sensación de incredibilidad de todo lo anterior o de que aquello carece de significado, sino que lo complementa y le dota de más sentido.
Como he comentado en el primer párrafo, "El bosque" es el largometraje más melodramático del director de origen hindú por una razón principal: el uso del amor como sentimiento que canaliza todas las reacciones de los protagonistas. En primer lugar es este sentimiento, sesgado por el egoísmo paterno, el que lleva a ese grupo de personas maltratadas por la vida, a recluirse en un modo de vida autárquico (fechado en pleno siglo XIX) para proteger a sus hijos de la sociedad, e incluso a hacer uso del miedo como estrategia de control. Pero si es esta emoción la que condena a toda una generación, es también la que puede liberarla, mediante la conexión que surge entre Ivy (Bryce D. Howard) y Lucius (Joaquin Phoenix), y que obliga a ella a saltarse todas las normas para acudir a las ciudades y salvar a su amado. No solo eso, ya que en esta villa se esconde un auténtico entramado de pasiones, como la extraña relación entre el líder Edward Walker (William Hurt) y la madre de Lucius (Sigourney Weaver), que nunca llega a explotar. Incluso el personaje que interpreta Adrien Brody (Noah Percy) manifiesta una sincera atracción por la propia Ivy, atracción que se torna en algo malsano tras acuchillar a su prometido Lucius.
Es curioso como Shyamalan dota a las manos de los personajes de un papel vital en estas historias de amor. La mano no correspondida de Alice cuando intenta tocar a Edward durante la boda; la secuencia en la cual Ivy tiende su brazo fuera de la puerta durante el ataque de las criaturas, y en ese momento, Lucius lo toma y se adentran en el sótano (todo ello rodado al ralentí y con un primer plano de sus manos estrechándose) (2) ; o el apuñalamiento de Noah a Lucius, con otro primer plano del cuchillo en la mano introduciéndose en el estómago del segundo. Shyamalan tampoco se olvida de unos diálogos inolvidables que rodean al romance entre los dos personajes principales, destacando la escena de ambos en el porche. Rodada con sencillez, acompañada por una bella declaración de Lucius, y culminada con un sutil travelling que deja a los amantes solos en el momento más importante, dotando al momento de la intimidad que necesita.
Pero Shyamalan no es solo un maestro en la puesta en escena y en conseguir que cada plano tenga un significado concreto, sino también demuestra que es un buen director de actores. Si en el pasado logró extraer de Bruce Willis dos grandes actuaciones, y consiguió que Mel Gibson trasmitiera algo más que bravuconería, en "El bosque" transita por la misma senda. Ese gran reparto es comandado por la debutante Bryce Dallas Howard, una ciega de carácter fuerte a pesar de su invalidez y que es capaz de ver el mundo mejor que muchos de sus ocupantes; la cuidada interpretación de Adrien Brody en el papel de un deficiente mental; el grupo de los mayores, donde destacan la propia Sigourney Weaver o el siempre eficaz Brendan Gleeson; y por último el papel que se reserva el realizador, un rol tan corto como fundamental, donde Shyamalan adquiere la personalidad de él mismo en la gran pantalla, a modo de alter-ego y de demiurgo conocedor de los secretos que esconde ese bosque. De este modo, lo que muchos ven como un gesto de autocomplaciencia, yo lo veo como una manera de ir más allá que uno de sus referentes, Alfred Hitchcock, sustituyendo el clásico cameo del británico por un papel más importante.
Quizás el único punto flaco radica en Joaquin Phoenix, cuyo personaje maneja matices muy parecidos al de "Señales". El actor parece estar en un constante estado depresivo, en lugar de adoptar una actitud más lacónica o simplemente introvertida, que es la que debería poseer. Y si creíais que me había olvidado de William Hurt, os equivocáis. Simplemente me reservo para el final al personaje más rico de todo el largometraje, piedra básica del film, y que guarda no pocos puntos en común con los protagonistas de los anteriores trabajos del realizador. En las tres obras precedentes de Shyamalan, el motor de la acción ha sido siempre un personaje masculino, con la característica principal de que huye de una realidad hiriente (real o espiritual) para esconderse en un mundo propio, construyéndolo a su medida, pero en el que nunca llega a sentirse cómodo. De esta manera, los personajes interpretados por Bruce Willis en "El sexto sentido" y "El protegido" son incapaces de asumir su verdadera condición (uno está muerto pero abraza una existencia que ya no posee, y el otro niega su carácter sobrenatural para intentar ser un hombre común), mientras que el Mel Gibson de "Señales" abandona su pilar existencial que es la fe, y que solo recuperará tras la amenaza alienígena.
Sin embargo, en "El bosque" apreciamos una diferencia en cuanto al desarrollo de este arquetipo de su cine. Si en los films anteriores estos hombres terminan aceptando esa realidad, en esta ocasión no es así. Edward Walker reniega de la civilización y del ideal de sociedad para refugiarse en un universo aparentemente utópico pero que terminará deshaciéndose. Su decisión moral, tan comprensible como discutible, de negar la libertad al resto de la comunidad, no se ve correspondida con un gesto final de apertura. En el último plano de "El bosque", Walker decide percutir en su idea inicial, utilizando los acontecimientos ocurridos a su favor para dar continuidad al experimento.
En definitiva, "El bosque" termina transmitiendo un mensaje ciertamente demoledor acerca del ser humano, y del mal intrínseco a su persona. En primer lugar, porque el hombre decide hacer uso de una estrategia ancestral para coaccionar a sus propios congéneres: el miedo. Este argumento aparece constantemente a lo largo del metraje, mediante las historias que cuentan los mayores a los pequeños, y que los mantienen en un estado constante de indefensión ante la amenaza del exterior. Es curioso como son las personas disminuidas (ya sean físicas como Ivy, o psíquicas, como Noah) las que conocerán parcialmente el misterio, y digo parcialmente porque nunca fueron conscientes del teatro en el que vivían en su totalidad. Shyamalan no deja lugar para los buenos sentimientos más allá del amor (y éste incluso es analizado en sus más diversas parcelas). "El bosque" se configura así no como una película de miedo, sino como una obra sobre el miedo.
Por otro lado, este grupo de hombres y mujeres que deciden recrear ese modo de vida alejado de la civilización y de sus problemas, terminará por renococer que la sociedad en sí misma no es causante de los males del mundo, sino que es el propio ser humano quien lo produce. Nunca la famosa frase de Hobbes ha adquirido tanto sentido (3) como en este largometraje. Shyamalan nos vuelve a iluminar desde su estancia para repetirnos que el monstruo nunca está en el exterior, sino que descansa dentro de cada uno de nosotros.
Saludos
(1) Hablo sobre la base de haber visto solo 4 largometrajes de toda su filmografía ("El sexto sentido", "El protegido", "Señales" y "El bosque").
(2) Escena casi calcada a la posterior de la boda, cuando Lucius saca a su amada, mostrándole el camino.
(3) "El hombre es un lobo para el hombre".