Unas semanas después de su estreno (algo ya habitual en mi ante la llegada de "los blockbusters") me acerco a "La Guerra de los Mundos", el esperadísimo remake del clásico de ciencia-ficción basado en la novela de H.G. Wells, y dirigido por el cada vez más interesante, Steven Spielberg. Mi interés por este film no es casual, ni fruto de buscar un entretenimiento de 2 horas, sino tras haber sido testigo de la evolución de este gran cineasta a lo largo de sus últimas obras (y en especial desde "Inteligencia Artificial"). Spielberg, que ha sido desde siempre un gran narrador, en la actualidad daba un pequeño giro a sus películas, dotándolas de un look más ambigüo, lejos de sus almibaradas historias de siempre. Desde "Minority Report", pasando por "Atrápame si puedes" y finalizando con "La terminal", aún sin perder varias constantes de su filmografía, sí era posible apreciar un ligero cambio, que debía verse continuado en este, su último trabajo.
Tengo que decir que "La guerra de los mundos" me ha parecido una película impresionante, alejada de los típicos productos de verano y con un trasfondo oscuro y casi terrorífico que se realza tras cada escena del film. Los momentos grandilocuentes de acción, se equilibran con las secuencias familiares de carácter más intimista, una mezcla que supone otra muestra más (y van ya..) del buen hacer de su director, que consigue dotar a las dos horas de metraje de una tensión y un ritmo que apenas decaen en ningún momento, un aspecto que otros muchos realizadores desearían. Sin embargo, a pesar de todos estos datos positivos, el film me ha dejado (dentro del gran nivel general) un regusto algo amargo, por no haber concluido el relato de la forma lógica en que se estaba desarrollando. Utilizando un estúpido símil torero, Spielberg ha tenido al toro muy a mano, con muchas facilidades para conseguir las dos orejas y el rabo, pero desgraciadamente se ha quedado con solo el primer premio, en parte debido al último tercio de esta "guerra de los mundos". Una oportunidad única, que parece haber sacrificado en pos de una postura más acomodaticia.
Tengo que decir que "La guerra de los mundos" me ha parecido una película impresionante, alejada de los típicos productos de verano y con un trasfondo oscuro y casi terrorífico que se realza tras cada escena del film. Los momentos grandilocuentes de acción, se equilibran con las secuencias familiares de carácter más intimista, una mezcla que supone otra muestra más (y van ya..) del buen hacer de su director, que consigue dotar a las dos horas de metraje de una tensión y un ritmo que apenas decaen en ningún momento, un aspecto que otros muchos realizadores desearían. Sin embargo, a pesar de todos estos datos positivos, el film me ha dejado (dentro del gran nivel general) un regusto algo amargo, por no haber concluido el relato de la forma lógica en que se estaba desarrollando. Utilizando un estúpido símil torero, Spielberg ha tenido al toro muy a mano, con muchas facilidades para conseguir las dos orejas y el rabo, pero desgraciadamente se ha quedado con solo el primer premio, en parte debido al último tercio de esta "guerra de los mundos". Una oportunidad única, que parece haber sacrificado en pos de una postura más acomodaticia.
Pues bien, los primeros minutos de "La Guerra de los Mundos" sirven para presentar al que será su protagonista, un ajustado Tom Cruise (que una vez muerto se apreciarán mucho más sus películas), en el papel de un trabajador de la clase baja americana, divorciado, con dos hijos con los que no se lleva nada bien y en constantes fricciones con su ex-mujer. Spielberg solo necesita unos 10 minutos para sentar las bases de lo que será un auténtico (anti)héroe (1), un personaje muy alejado del típico salvador que aparece en otros largometrajes de esta índole. Tras la breve descripción de sus dos hijos, dará comienzo la invasión alienígena. Desde esta primera secuencia del ataque, ya somos testigos de la magistral dirección de ese genio del 7º Arte. La aparición de los trípodes está rodada desde una tremenda contención, buscando más el terror ante lo desconocido que la simple acumulación de efectos especiales. Donde otros directores hubieran echado mano de miles de planos, CGI a tope y montaje acelerado, Spielberg se permite el lujo de usar tomas de larga duración, apostar por un uso inteligente de los decorados, e incluso terminar con un brutal plano-secuencia (2) que culmina con un Cruise cubierto de polvo, una imagen que recuerda a ese vídeo rodado durante los atentados del 11-S, primera, y no única referencia del film a estos trágicos hechos.
El personaje de Cruise es la viva muestra del pragmatismo. Por encima de consignas heroicas, su única labor consiste en salvarse a sí mismo y a su familia. Para ello, no le importa robar el coche del vecino u olvidarse del resto del mundo, lo importante es su seguridad. En este sentido recuerda al protagonista de "El pianista", ese músico cuya motivación era escapar, y poco le importaba malvivir en una casa derruida sin comida, si esta era la única manera de evitar una muerte segura a manos de los soldados nazis. Spielberg, a lo largo del film, contrapone el personaje de Cruise con uno antagónico, ya sea su propio hijo (mezcla del patriotismo norteamericano tras la infamia sufrida y del despertar hormonal de un adolescente), o con el paranoide interpretado por Tim Robbins. El (anti)héroe "spielbergiano", en una de las escenas más trágicas de toda la película, terminará asesinando al personaje de Robbins, muerte rodada fuera de plano mientras solo contemplamos a su hija (una impresionante Dakota Fanning, por otro lado) cantando una nana. Sin duda un momento muy oscuro del film, y poco complaciente con la comercialidad de la que debería hacer gala.
El personaje de Cruise es la viva muestra del pragmatismo. Por encima de consignas heroicas, su única labor consiste en salvarse a sí mismo y a su familia. Para ello, no le importa robar el coche del vecino u olvidarse del resto del mundo, lo importante es su seguridad. En este sentido recuerda al protagonista de "El pianista", ese músico cuya motivación era escapar, y poco le importaba malvivir en una casa derruida sin comida, si esta era la única manera de evitar una muerte segura a manos de los soldados nazis. Spielberg, a lo largo del film, contrapone el personaje de Cruise con uno antagónico, ya sea su propio hijo (mezcla del patriotismo norteamericano tras la infamia sufrida y del despertar hormonal de un adolescente), o con el paranoide interpretado por Tim Robbins. El (anti)héroe "spielbergiano", en una de las escenas más trágicas de toda la película, terminará asesinando al personaje de Robbins, muerte rodada fuera de plano mientras solo contemplamos a su hija (una impresionante Dakota Fanning, por otro lado) cantando una nana. Sin duda un momento muy oscuro del film, y poco complaciente con la comercialidad de la que debería hacer gala.
La invasión alienígena según Spielberg es recreada desde el caos más absoluto. Los extraterrestres, esos fríos trípodes de hierro que solo se dedican a destruir, son el contrapunto al horror colectivo de unos humanos confiados de su posición en el universo. La sensación de desamparo va creciendo a medida que avanza el film, empujada por una serie de secuencias cada cual más terrible: ese avión que choca contra la casa, el tren pasando a toda velocidad envuelto en llamas, los cuerpos de los fallecidos que flotan en el río, la jauría de personas que se abalanzan sobre el coche de los protagonistas, o los momentos de tensión en el ferry. Spielberg logra que cada escena sea más cruel que la anterior, culminando con ese paisaje enrojecido por la sangre y los restos de los humanos, expulsados por los propios trípodes (3).
En cuanto a las similitudes o influencias del 11-S, son muy evidentes más allá del pánico colectivo y de las frases de los hijos achacando a los terroristas la autoría de lo que está sucediendo. Las fotos de los desaparecidos cerca del ferry, la petición para las donaciones de sangre, o esa apocalíptica secuencia en contrapicado en la cual caen diversas vestimentas desde el cielo, resumen el sentir general ante aquella catástrofe, y nos permite el darnos cuenta de que nada de aquello se olvidará jamás.
Otro de los aspectos sobre los que se sustenta "La Guerra de los Mundos" son sus momentos más personales, donde se desarrollan las relaciones entre la familia desmembrada. Afortunadamente, Spielberg los resuelve con menos melodrama que de costumbre, añadiendo incluso gotas de humor (ese padre que termina cantándole a su hija una canción de los Beach Boys (¡!) porque no se sabe ninguna nana), una labor complicada dada la experiencia anterior del realizador y que sirve de balanza a las cuantiosas y espectaculares secuencias de acción. Quizás se pierda algo de ritmo durante la estancia en el sótano de la casa del personaje de Tim Robbins, con un uso del suspense demasiado alargado, y que concluye con la fallida presentación de los alienígenas, ya que habría sido más contundente el mantener en la retina esas frías estructuras de hierro, sin un alma en su interior.
Tras todo lo comentado os preguntaréis, ¿en que falla "La Guerra de los Mundos"? Pues bien, desafortunadamente, Spielberg y sus guionistas David Koepp y Josh Friedman deciden a lo largo del último tercio, elevar a su propio (anti)héroe a la categoría de patriota. No es que sea una opción inválida o poco creíble (recordemos que estamos en el terreno perfecto para estos lucimientos personales), simplemente rompe el esquema lógico del film, donde Cruise es uno más de aquellos que se salvan y jamás adquiere tintes heroicos más que para su familia. Desde el momento en que se hace con una granadas y consigue destrozar el trípode hasta el final en Boston donde descubre el punto débil de los alienígenas, el hilo se rompe e invita a desconectar del ambiente intimista del largometraje. Este hecho, acompañado del revelador climax, echan ligeramente por tierra el trabajo durante el resto del metraje.
En cuanto a las similitudes o influencias del 11-S, son muy evidentes más allá del pánico colectivo y de las frases de los hijos achacando a los terroristas la autoría de lo que está sucediendo. Las fotos de los desaparecidos cerca del ferry, la petición para las donaciones de sangre, o esa apocalíptica secuencia en contrapicado en la cual caen diversas vestimentas desde el cielo, resumen el sentir general ante aquella catástrofe, y nos permite el darnos cuenta de que nada de aquello se olvidará jamás.
Otro de los aspectos sobre los que se sustenta "La Guerra de los Mundos" son sus momentos más personales, donde se desarrollan las relaciones entre la familia desmembrada. Afortunadamente, Spielberg los resuelve con menos melodrama que de costumbre, añadiendo incluso gotas de humor (ese padre que termina cantándole a su hija una canción de los Beach Boys (¡!) porque no se sabe ninguna nana), una labor complicada dada la experiencia anterior del realizador y que sirve de balanza a las cuantiosas y espectaculares secuencias de acción. Quizás se pierda algo de ritmo durante la estancia en el sótano de la casa del personaje de Tim Robbins, con un uso del suspense demasiado alargado, y que concluye con la fallida presentación de los alienígenas, ya que habría sido más contundente el mantener en la retina esas frías estructuras de hierro, sin un alma en su interior.
Tras todo lo comentado os preguntaréis, ¿en que falla "La Guerra de los Mundos"? Pues bien, desafortunadamente, Spielberg y sus guionistas David Koepp y Josh Friedman deciden a lo largo del último tercio, elevar a su propio (anti)héroe a la categoría de patriota. No es que sea una opción inválida o poco creíble (recordemos que estamos en el terreno perfecto para estos lucimientos personales), simplemente rompe el esquema lógico del film, donde Cruise es uno más de aquellos que se salvan y jamás adquiere tintes heroicos más que para su familia. Desde el momento en que se hace con una granadas y consigue destrozar el trípode hasta el final en Boston donde descubre el punto débil de los alienígenas, el hilo se rompe e invita a desconectar del ambiente intimista del largometraje. Este hecho, acompañado del revelador climax, echan ligeramente por tierra el trabajo durante el resto del metraje.
Pero en definitiva, y más allá de estos pequeños defectos, el resultado final no debe verse empañado. Spielberg vuelve a reinventar el "blockbuster" veraniego en una película donde vuelve a demostrar su habitual pericia técnica para las escenas de desastres y su capacidad narrativa para contarnos de forma brillante una historia, aderezado por la presentación de un auténtico (anti)héroe y por un toque siniestro, desesperanzador y ciertamente apocalíptico, impropio de un film que puede ser disfrutado por toda la familia. A pesar de los pesares y de las críticas más desafortunadas, Spielberg vuelve a demostrar que es el rey, y continúa madurando película tras película, cosechando buenos resultados y a un ritmo intensísimo de trabajo.
Un saludo
(1)A los que busquen una descripción más detallada y perfeccionista del protagonista, les recuerdo que esto es un "spielberg"; el "bergman" está un post más abajo.
(2) Para plano-secuencia, el que utiliza durante el escape de la familia en coche por la carretera, todo un prodigio técnico.
(3) No me puedo olvidar del estupendo trabajo de un habitual, el fotógrafo Janusz Kaminski, que da a cada imagen un toque de distinción.
Un saludo
(1)A los que busquen una descripción más detallada y perfeccionista del protagonista, les recuerdo que esto es un "spielberg"; el "bergman" está un post más abajo.
(2) Para plano-secuencia, el que utiliza durante el escape de la familia en coche por la carretera, todo un prodigio técnico.
(3) No me puedo olvidar del estupendo trabajo de un habitual, el fotógrafo Janusz Kaminski, que da a cada imagen un toque de distinción.
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