El MundoBasket 2006 que se está celebrando actualmente en Japón ha ido reuniendo progresivamente todas las papeletas para convertirse en un mundial único, irrepetible, y curiosamente premonitorio. En primer lugar habría que destacar la cobertura televisiva que nos ha brindado la Sexta, cadena que parece haberse volcado en la compra de grandes acontecimientos deportivos, a los que podría unirse perfectamente la adquisición de los derechos de la ACB. Gracias a la Sexta, los aficionados a este extraordinario deporte -que somos muchos-, tras años y años de ninguneo masivo por parte de las cadenas públicas, hemos podido disfrutar (y disfrutamos) de la práctica totalidad de los encuentros de la primera fase, con especial atención a los disputados por España y los Estados Unidos, pero siempre atentos a otras selecciones de primer nivel como Argentina o Grecia. En segundo lugar, y ya centrándonos más en lo deportivo, este Mundobasket está suponiendo la definitiva muestra de la llegada de la globalización al baloncesto mundial, un hecho cuya característica más fehaciente no se sitúa precisamente en el eje del campeonato sino en la constatación del cuantioso número de jugadores extranjeros que ingresan anualmente en la NBA. Desde el año 2001 donde Pau Gasol fue elegido en el número 3, pasando por el 2002 (Yao Ming), 2003 (Darko Milicic), 2005 (Andrew Bogut) o 2006 (Andrea Bargnani) -por citar elecciones muy altas en la lotería-, la liga norteamericana se ha ido surtiendo de talentos foráneos que no solo han elevado el nivel cualitativo de la competición sino que ha promovido el desarrollo de este deporte en los lugares más insospechados. Hoy por hoy no es raro comprobar como cada selección cuenta en su plantilla con uno o varios profesionales que han pasado por algún conjunto de la mejor liga del mundo, un aspecto que fomenta la competitividad global pero que también ha tenido como efecto colateral la pérdida del respeto hacia el siempre temible "Dream Team USA", lejos de aquellos años donde los norteamericanos parecían astros inalcanzables. Por último, destacar las magníficas sensaciones que transmite la selección española y que será analizada a continuación. Así pues, ya conocidos los emparejamientos de cuartos de final -los ocho mejores equipos-, es hora de repasar los detalles que hacen de este mundial un gran atractivo.
LA "FURIA" ESPAÑOLA: todos los expertos parecen estar de acuerdo en una cosa; éste debe ser el Mundial de España. Una generación ya consolidada de grandes talentos, un conjunto joven pero curtido en diversas citas internacionales así como en el cumplimiento de retos con sus respectivos clubes, y un grupo asequible para avanzar sin problemas al menos hasta las semifinales. Conviene señalar otro aspecto fundamental: el técnico. Pepu Hernández ha logrado dar con un sistema de juego propicio para sacar el máximo rendimiento de todos sus jugadores. Por ello sería injusto afirmar que los éxitos actuales puedan deberse a que el ex-técnico de Estudiantes se ha encontrado con la mejor generación de la historia del baloncesto patrio, lo cual no deja de ser verdad, pero a dicha sentencia habría que aplicarle ciertos matices. Para empezar, Pepu ha logrado crear una consistente química colectiva mediante un trabajo de mentalización individual pero dirigido a un fin: el éxito grupal, algo a lo que puede ayudar el hecho de que España no cuente con un líder claro en la cancha. Sí, Pau Gasol es un jugador de otra galaxia, un prodigio de 2'15 que se mueve por la pista con la lucidez del mejor base, pero no ha sido, no es, ni será nunca un líder. Ésto, que puede parecer un contratiempo supone toda una ventaja: del mismo modo que Manu Ginobili con Argentina, Gasol no representa el termómetro de una selección -como sí lo es Dirk Nowitzki en Alemania o Yao Mig en China- que funciona mejor si su buque insignia está "enchufado" al partido, pero que cuenta con la suficiente autonomía como para no depender de su estrella NBA. Curiosamente un detalle que debe asignarse más a la personalidad de Pau que al trabajo de Pepu, que no obstante ha sabido entender las necesidades de cada integrante para lograr que todos aporten, conformándose por tanto uno de los equipos más peligrosos del torneo.
España, dirigida con cabeza por José Manuel Calderón y aún sin contar con el mejor Navarro, tiene en el ataque su mejor baza: practican un juego fluido y práctico, con alternancias de juego interior y exterior, si bien este último se ve potenciado por la actuación de sus pívots, en particular Garbajosa, cuya fiable muñeca no esconde su profunda dermatitis cuando se acerca a la zona. Los temores con respecto a la poca fiabilidad defensiva han desaparecido tras comprobar su prestancia en los partidos ante Serbia o Alemania, donde precisamente sus dos titulares menos dispuestos a defender marcaron con solvencia a sus rivales -me estoy refieriendo a las defensas de Garbajosa y Navarro sobre Nowitzki y Rakocevic respectivamente-. Con todo, la selección cuenta con un punto débil importante, que es el rebote. Sin poder manejar a Felipe Reyes por una inoportuna lesión ni a un pívot tan duro y de tanta brega como Fran Vázquez, España solo cuenta con el apoyo de Jiménez para cerrar el rebote defensivo, ya que ni los hermanos Gasol ni Garbajosa son reboteadores: carecen del instinto y la colocación innata de áquellos. Empero, el combinado nacional se postula como favorito para el oro, y posiblemente sea esta una ocasión que no pueden dejar pasar.
LOS DE LAS BARRAS Y ESTRELLAS: un servidor no puede dejar de manifestar la simpatía que despierta en él el equipo norteamericano, debido en su mayor medida a un simple acto de rebeldía contra ese pensamiento único que desea la derrota del combinado USA, un sentimiento que va más allá de lo meramente deportivo y que se enraíza en rivalidades sociopolíticas de ningún interés para el
basket. Esta generalizada animadversión provoca además una cierta ceguera analítica y muchas dudas acerca del estilo de juego y de las capacidades de sus jugadores, una opinión, por supuesto, abyecta; y manifestada en particular por ese pretendido lumbreras que es el Sr. Juanma López Iturriaga, apóstol del oportunismo y del triunfalismo patrio, cuyas escasas dotes para la lectura táctica de los partidos no puede disimularse por su sentido del humor nada gracioso. Sr. Iturriaga, si el equipo norteamericano recibe tantos puntos no se debe a su escasa capacidad defensiva, mas simplemente hay que acudir a las estadísticas para refutar este hecho: EEUU es el colectivo que más posesiones juega (de largo) en un encuentro, lo cual concede evidentemente más oportunidades (y por tanto tiros) al conjunto rival, tan sencillo como eso. Los porcentajes están ahí para comprobarlo.
Bien es cierto que los norteamericanos siguen practicando un juego bastante anárquico -y notablemente individualista-, muy rápido, en ocasiones demasiado precipitado, impidiendo que la defensa contraria se monte, lo cual podría entenderse por la presencia en el cuerpo técnico de Mike D'Antoni, actual técnico de los Phoenix Suns, cuyo veloz estilo de juego mantiene no pocos paralelismos con el de la selección. Pero hay un detalle aún más importante, y es la confianza del comité seleccionador en la nueva generación; de hecho, hay cuatro jugadores procedentes del mismo draft (Wade, James, Anthony, Bosh). A diferencia de la pasada Olimpiada, donde los Carmelo y Lebron acudían como testigos de sus mayores, es ahora cuando la responsabilidad ha recaído en sus jóvenes espaldas. Con la excepción de un par de veteranos como Brad Miller y Antawn Jamison, el resto del combinado no alcanza la treintena de edad. Es un grupo unido, motivado aunque no totalmente mentalizado, porque al fin y al cabo el interés de ellos descansa en su competición nacional. Sin embargo, el conjunto es heterogéneo y han sabido mezclar con inteligencia necesidades complementarias: el vertiginoso estilo de Chris Paul con la visión de juego de Kirk Hinrich, el desparpajo de Lebron James junto a ese
currante que es Shane Battier, las penetraciones de Dwayne Wade con el tiro exterior de Joe Johnson, la potencia física de Dwight Howard con el fino estilismo de Chris Bosh, la dureza interior de Brad Miller frente a la versatilidad de Antawn Jamison, todo ello fortalecido desde el banquillo por la buena dirección de un técnico experimentado como Mike Krzyzewski. Por primera vez en muchos años, la selección USA presenta a su plantel más equilibrado, y por tanto, imprevisible y peligroso.
NO SIN MI ESTRELLA: la atracción mediática que suscita el equipo norteamericano ha impedido el análisis con detenimiento de otras selecciones cuyo lamentable juego colectivo parece pasar inadvertido ante los ojos de los expertos. Es el caso de conjuntos como Alemania, Francia o China, cuya débil estructura grupal se debe al liderazgo egocéntrico de sus estrellas. No obstante, no debe achacarse este hecho a las propias cabezas visibles sino también a la abulia deportiva del resto del plantel, así como a las frágiles y temerosas decisiones de sus entrenadores. El caso de Francia es paradigmático: la desgraciada lesión del base Tony Parker ha lastrado el rendimiento de sus compañeros, convirtiendo la baja de un jugador más en la sentencia de muerte de toda una plantilla. Basta con ver a Boris Diaw marcando jugadas para advertir la nula capacidad de reacción ante la pérdida de su estrella. Con ello, Francia ha logrado colarse en los cuartos de final, agradecidos por el inesperado y lamentable partido de Angola en octavos.
Todavía más cruento es el caso de Alemania. Dirk Nowitzki ejerce una labor casi dictatorial hacia sus compañeros, los cuales acatan sus tiránicas órdenes y resisten sus continuas broncas y recriminaciones. No es algo que pueda discutirse, Alemania es un monopolio deportivo, una banda de jugadores capitaneados por una superestrella que actúa como tal, y no puede entenderse otra manera de jugar que no sea ésta, ya que sin Nowitzki en la pista, posiblemente los germanos no estarían en este Mundial, así de fácil. Por último, podríamos conceder a China el margen de la duda...al fin y al cabo, ¿desde cuando juegan ellos a este deporte? China es un país en expansión en todos los sentidos, con gente todavía en formación, y Yao Ming es su actual referente. El pívot de los Houston Rockets lidera a un puñado de jóvenes que deberán afilar sus espadas para las Olimpiadas de Pekín.
LOS TIPOS DUROS: ver un partido de Grecia es un suplicio. Su tacañería atacante, su aspereza defensiva, su odiosa lentitud, la presión asfixiante hacia sus rivales y hacia el trío arbitral son características que logran exasperar a más de un espectador. Pero funciona, ya que los actuales campeones de Europa tienen algo más, un plus psicológico que les hace saltar a la cancha con varios puntos de ventaja por encima del contrario, una dureza mental que ni se aprende ni se mejora, simplemente se posee. Esta fuerte mentalidad suple su acusada falta de talento técnico, pero es suficiente tanto para estar metidos siempre en el encuentro como para gestionar diferencias muy cortas en el marcador. No por casualidad los helenos han ganado partidos imposibles: el ajustadísimo final ante Australia, la remontada frente a Turquía, o la victoria ante Brasil. Liderados por Papaloukas desde el exterior y por Papadopoulos en el interior de la zona, los griegos se lo pondrán muy difícil a los norteamericanos en las semifinales, siempre que el oráculo no falle (sic).
Precisamente Turquía se encuentra dentro de esta curiosa clasificación. Es otro conjunto sólido, luchador y que además cuenta con un par de estiletes ofensivos que no fallan: el jugador del Tau Serkan Ergodan y el escolta veterano pero todavía fiable, Ibrahim Kutluay. Aún sin contar con sus jugadores NBA, los turcos han sorprendido con un juego efectivo, que bascula entre su tendencia al tiro de tres y el buen trabajo de sus hombres interiores. Por otra parte, también podríamos nombrar a la ya eliminada Italia. Los transalpinos realizaron una gran primera fase, pero su incapacidad ofensiva les privó de derrotar a Lituania en el cruce de octavos. El imberbe Belinelli deberá mejorar todavía para conducir a este correoso equipo a cotas mayores.
VINIERON DEL ESTE....DE EUROPA: acostumbrados como estábamos nosotros, seguidores incondicionales del baloncesto, a la hegemonía de los países del Este en estas competiciones, nos ha deparado más de una sorpresa observar como sus conjuntos se encuentran actualmente en un momentáneo proceso de transición, en un estado de
stand by tan fuerte que ni su imponente leyenda ha reavivado sus aspiraciones. Tanto Serbia y Montenegro -próximamente Serbia a secas- como Eslovenia han demostrado ser planteles muy débiles mentalmente, equipos deslavazados, mal construidos y peor entrenados, pandillas sobradas de calidad pero también de egos y pulsiones individuales.
Serbia se ha convertido en un cajón de sastre, una plantilla que aún se resiente de odios y recelos nacionales, de heridas sociales todavía sangrantes. La misiva enviada por su Federación a aquellos jugadores que se han negado a participar en el MundoBasket -Stojakovic, Radmanovic, Pavlovic...- no hace sino agravar el presente estado de inestabilidad y la incertidumbre de un futuro complicado. La situación de Eslovenia es menos sangrante pero también desalentadora, porque a pesar de haber reunido a nombres importantes como Nesterovic, Brezec, o Udrih, su dinámica de equipo se ha mostrado pobre, y es víctima de los impulsos de aquellos que no han destacado en la NBA: como ejemplo, ese triple en busca de la gloria de Nachbar en los segundos finales ante Turquía, con tiempo todavía para preparar una jugada más fiable. La fragilidad anímica que han demostrado ambas selecciones se hace extensible a Lituania, que también cuenta con un repatriado como Macijauskas con ansias de reivindicarse tras su penoso paso por la liga norteamericana. El vergonzoso minuto final jugado contra Italia vuelve a poner de manifiesto su incapacidad para cerrar los partidos, y sobre todo, la ausencia insustituible de Sarunas Jasikevicius en la dirección.
LAS SORPRESAS: Este MundoBasket también será recordado por la particular eclosión de los equipos africanos. Con la excepción de Senegal -encuadrada en un complicadísimo grupo-, tanto Angola como Nigeria han dado un paso adelante en sus aspiraciones deportivas. Empero, ambos conjuntos difieren en su
modus operandi. Mientras Angola basa su juego en la rapidez de sus hombres exteriores y la movilidad de sus pivots, Nigeria destaca por su amplísima rotación interior, dotada de varios hombres que alcanzan los 2 metros y que poseen una envidiable presencia física. Los africanos han sorprendido también por la mejora de su tiro, pero siguen adoleciendo -al igual que las selecciones de fútbol- de cabezas pensantes que manejen correctamente el
tempo del partido. Como siempre, la falta de experiencia y sobre todo, de ambición les han privado de alcanzar cotas mayores. Nigeria jugó un encuentro muy serio ante Alemania, guiada por el ala-pívot universitario Ekene Ibekwe, pero la precipitación final de su supuesta estrella, Ime Udoka (New York Knicks) -caso parecido al de Nachbar en el Turquía-Eslovenia- desbarató sus posibilidades de llevarse el partido. Quizás más incomprensible fue el caso de Angola, que tras pone en aprietos a España y forzar tres prórrogas ante Alemania con un estilo sobrio y sin complejos, firmó un desastroso partido frente a Francia, empañando mínimamente su excelente participación en este campeonato.
Además, y si bien es un país asiático, es obligatorio felicitar a Líbano, que tras vencer a Francia y a Venezuela en la fase de grupo quedó injustamente fuera de los octavos de final por una carambola.
LAS DECEPCIONES: América ha sido el continente que más ha decepcionado en este MundoBasket. Salvando las potentes Estados Unidos y Argentina, el resto de selecciones no han cumplido con las expectativas suscitadas con anterioridad. Puerto Rico, un fijo en este tipo de certámenes, se vió apeada de la fase final en favor de la débil China. Ni siquiera la labor anotadora de dos francotiradores como Carlos Arroyo y Larry Ayuso han logrado levantar a un plantel que parece deambular sin mucho margen para la renovación durante los próximos años. Por otra parte, Brasil mostraba ciertas credenciales para dar alguna que otra sorpresa. Sin llegar al nivel de tiempos pretéritos, el conjunto carioca presentaba a un grupo joven, abanderado por la tripleta Barbosa-Varejao-Splitter. Solamente el último ha rendido a un nivel estimable: el base de los Suns ha demostrado su valía como jugador de rotación más que como un hombre resolutivo, mientras que el alero de los Cavaliers se marcha dejándonos la triste imagen de su codazo al griego Zisis -le fracturó la mandíbula en tres partes-. Una sola victoria frente a Qatar solo puede entenderse como un gran fracaso.
Asimismo, Panamá cierra un desastroso concurso tras perder con la cenicienta del torneo, Japón. La falta de tiempo para la preparación así como la ardua adaptación al horario del país asiático no sirven como excusas para un combinado que cuenta con algunos jugadores de calidad, como Ed Cota, Douglas, o Garcés.
DESDE LAS ANTÍPODAS: Encomiable labor la de los dos equipos provenientes de Oceanía. Los neozelandeses comenzaron el Mundial de forma titubeante, pero lo asequible del Grupo B les permitió acceder a octavos. Los australianos, comandados por un pívot de la clase de Andrew Bogut y pese a ser barridos por el "Dream Team USA", han estado por encima de lo esperado, y solo su inconsistencia les ha vedado el acceso a una posición mejor. Ambas selecciones han despuntado gracias a su fortaleza colectiva, a su excepcional labor defensiva, y al reiterado uso del tiro de tres puntos. Sin grandes nombres ni excesivos alardes han alcanzado sus expectativas.
Y ahora nos preparamos para lo mejor: mañana comienzan los cuartos....Saludos