miércoles, septiembre 20, 2006

[Películas para no dormir] A propósito de "Para entrar a vivir" (2006) de Jaume Balagueró: El cine de Terror y la Posmodernidad




En su libro “El cine de terror” (1), Carlos Losilla afirmaba que el cine de terror moría como tal en 1993 con El silencio de los corderos (The Silence of the Lambs. Jonathan Demme, 1993) debido a que las constantes revoluciones que había afrontado el género lo habían condenado a su pronta destrucción, a una incapacidad para seguir evolucionando más allá de la revisitación de las constantes de períodos pretéritos. Si bien desde esta tribuna no compartimos los catastróficos augurios del crítico catalán –habría que ver como éste incorporaría a su discurso la explosión del horror oriental, así como los axiomas teóricos que manejan sus cineastas-, sí adoptamos varias de sus conclusiones sobre la ambivalente influencia que la posmodernidad ha ejercido sobre el cine de terror. Según Losilla, la posmodernidad ha lisiado al género, en el sentido que ha desprovisto a sus variables iconográficas de todo su valor. El símbolo –entendido éste como signo que encarna algo abstracto, como imagen convencional o sublimada de representación- ha perdido su carácter de arquetipo evocador para convertirse en un objeto carente de vida, manipulado hasta la saciedad con el indeliberado propósito de transformarlo en un guiño juguetón y desvergonzado que cualquiera puede identificar. Sin embargo, esta falta de creencia en el símbolo tendría su génesis en el “descreimiento absoluto con respecto a las estructuras sociales y éticas, la falta de confianza en el progreso de la raza humana (…), el fracaso de cualquier tipo de intento evolutivo, el convencimiento de que cualquier utopía sociopolítica o estética está condenada de antemano a su propia autodestrucción” (2). El trasvase ideológico de esa sociedad desencantada a su universo cultural –y cinematográfico en este caso- equivaldría a la descomposición del género en base a la saturación visceral de sus convenciones.


De alguna manera Para entrar a vivir, último trabajo de Jaume Balagueró, se desvela como un vástago inconsciente más de una posmodernidad que ya se encuentra en estado de coma. A diferencia de obras cumbre del período como El héroe anda suelto (Targets. Peter Bogdanovich, 1968), La noche de Halloween (Halloween. John Carpenter, 1978) o Henry: retrato de un asesino (Henry: Portrait of a Serial Killer. John McNaughton, 1990), el film de Balagueró –como otros muchos trabajos hasta la fecha, por supuesto- no es consciente de la manipulación de los arquetipos, ni pretende modernizar un discurso, sino simplemente los regurgita –una vez más- a modo de juego díscolo con toda la carga estética del cine del realizador catalán. Si en la obra maestra de Bogdanovich su protagonista asume la imposibilidad de que el terror vuelva a generar monstruos, debido a que el horror cotidiano ha superado a cualquier forma de monstruosidad primigenia –ya sean vampiros, hombres lobo, fantasmas, etc…-, en Para entrar a vivir el asesino no puede ser otro que un ser humano, en este caso, una casera psicótica que pretende devolver la vida a un destartalado edificio de apartamentos en la periferia barcelonesa, mediante el rapto y posterior inclaustración de jóvenes parejas. Por otra parte, si en Halloween el Mal ya no adquiría presencia física en forma de demonio y se hacía corpóreo en una figura humana, en el trabajo de Balagueró el edificio se construye a modo de tela de araña infernal –cfr. esos contrapicados que muestran el techo como entramado de barras metálicas; la localización del propio complejo, aislado del núcleo urbano-, de donde no se puede escapar, y el acoso viene por parte de una psicópata que sangra pero jamás desfallece, de su hambrienta progenie de perros y de un hijo tarado mentalmente, todo un grupo de seres acólitos del maligno. Y por último, si en la mejor película de McNaughton se plantea un paralelismo entre el asesino y el espectador, donde éste último se ve forzado a compartir el punto de vista del agresor de manera naturalista, en el segundo trabajo de Películas para no dormir se consigue, mediante una ligera vis cómica –la elección de la actriz que encarna a la psicópata; el absurdo leiv-motiv de sus acciones; ciertas elecciones formales como el primer ataque de ésta al joven marido, utilizando un primerísimo plano deformante de ella- y un menosprecio sádico y continuado de los protagonistas, la leve identificación del espectador con la asesina, o al menos el distanciamiento emocional hacia con las víctimas, lo cual deriva en la broma macabra, en la burla fina, en una leve ironía característica de la posmodernidad.



Para no quedarse en la mera acumulación de guiños, Balagueró barniza el largometraje mediante su esteticista puesta en escena –p.e. el intento de tensionar las situaciones mediante las vibraciones del encuadre, recurso explotado hasta el hartazgo-, así como con la inclusión de pinceladas temáticas que se repiten a lo largo de su filmografía: los largos pasillos cuyo aspecto amenazante se ve potenciado con el uso de la profundidad de campo, la casa como estructura que engendra al Mal, la presencia de la infancia maltratada, o toques truculentos del agrado de los incondicionales del género.

En su adhesión inconsciente a la posmodernidad, Para entrar a vivir tampoco es ajena a los intentos de fragmentación narrativa, de cuestionamiento del punto de vista de lo contado, aunque en esta ocasión deviene claramente en impostura, en improvisación engañosa y pasajera –cfr. la secuencia del supuesto sueño de la protagonista, donde Balagueró repite las acciones aunque reelaborando los planos y el montaje entre ellos-. Detalles, o más bien argumentos que desvelan su afán lúdico, su interés por ofrecer un simplista ejercicio de estilo, con un Balagueró que aparece disfrazado de malabarista que juega con clichés pero sin desmontarlos, porque éstos ya han sido completamente volatilizados. Para algunos, su brutalidad y falta de pretensiones esconderá las carencias. Para otros, evidentemente, no.

(1) Losilla, C. El cine de terror. Una introducción, Ed. Paidós Studio, 1993.
(2) Op. cit. nº1, pág. 165


Saludos

5 comentarios:

Tonio L. Alarcón dijo...

Estoy intentando hacerme, para empezar, con los capítulos de Balagueró y De la Iglesia. Ya comentaremos qué tal cuando les haya echado un ojo.

Por otro lado, me reitero en lo que dije en su día en "Dirigido": Balagueró es un director de formas que necesita desesperadamente alguien que le dé fondo.

Anónimo dijo...

No te falta razón en que Balagueró no pretende desmontar clichés ni innovar en "Para entrar a vivir". Pero tal y como es, como revisitación esteticista, me parece efectiva por entretenida, por brutal, por su buen aspecto formal, por su demencia y porque tampoco se toma en serio a sí misma.
Es, de acuerdo, un ejercicio de estilo. Pero en mi opinión mucho más disfrutable que sus trabajos anteriores, más ambiciosos y fallidos. Aquí no necesita de un guión elaborado para que sus habilidades visuales y su cinefilia fantástica funcionen. Le es suficiente con desatarse y no pretender ser más de lo que es.

Para mí es superior a la decepcionante "La habitación del niño" (por cierto, ¿qué te pareció?).

Sergio Herrada Ruiz dijo...

Completamente de acuerdo con max renn, parece como si Balagueró se sintiese aliberado en este mediometraje.

En lo referente a La habitación del niño, lo mismo, un Álex de la Iglesia en horas bajas, con unos diálogos absurdos y una mala elección de actores.

A ver que nos depara Chicho con "La culpa" que es la próxima en salir...

Roberto A. O. dijo...

Bueno amigo Max, no se si leyendo el texto habrás tenido la sensación de una cierta indefinición por mi parte, como si estuviera escrito en una tercera persona muy alejada. Esto es precisamente lo que quería transmitir porque fueron mis sensaciones viendo este trabajo. Sí, hay un buen trabajo formal detrás, pero no es más que caer en la misma revisitación presuntamente "cruel" de unos estereotipos para epatar al personal.

Entonces ya caeríamos en gustos muy particulares, y yo, que soy muy aficionado al género (lo que no significa que lo vea todo o que me guste todo) necesito algo más que llevarme al paladar. A mi el Balagueró anterior me gustaba con sus defectos, porque al menos intentaba articular un discurso. Tanto "Los sin nombre" como "Darkness" son un díptico bastante oscuro acerca de la relación del ser humano con el mal (algo que comparto con lo que comentó Tonio en "Dirigido" sobre su cine), y que suavizó considerablemente en "Frágiles". Pero a Balagueró le cuesta narrar una historia, le cuesta armar su discurso e integrarlo adecuadamente en la narración, y si muchos le seguimos es porque tiene buenas dotes para la creación de atmósferas y para la propagación de lo siniestro (ya demostrado anteriormente en sus cortos, bastante más contundentes y arriesgados que sus largos). Pero "Para entrar a vivir" no tiene ni lo uno ni lo otro: carece de discurso (el tema de la pareja y la vivienda es una mera excusa argumental y totalmente tangencial a lo que le interesa), y Balagueró sigue teniendo problemas a la hora de narrar (coño, si empiezas a jugar con el rollo onírico, dale más "cancha" e impregna al resto del film con él, no lo dejes en un guiño....todo es demasiado físico, real, para ser un sueño), a diferencia por ejemplo de "Slither", limitadísima película pero que demuestra que este James Gunn tiene unas dotes innatas de narrador, y todo fluye con una naturalidad que da gusto. ¿Qué antes era más ambicioso? pues me parece bien que lo sea...jejeje. De todos modos, lo repito...a mi no me parece malo este "telefilm", es simplemente un trabajo bien hecho.

En cuanto a lo de Alex de la Iglesia, ayer lo vi. Iba con pésimas referencias salvo la crítica de Refo, y reconozco que me gustó. Sí, es un De la Iglesia muy impersonal a nivel formal, pero hay detalles portentosos como la manera en que plasma el paso de una "dimensión" a otra. Su presencia tras las cámaras solo se nota en apuntes temáticos (esa pelea marital) y en la caracterización de ciertos personajes. Hay momentos inquietantes, y el desmoronamiento del personaje principal como consecuencia de la intervención de lo sobrenatural está muy bien desarrollado.

Saludos

Anónimo dijo...

Está muy bien que un director articule un discurso y que sea ambicioso. Lo malo es cuando ese discurso se convierte en agua de borrajas y uno es demasiado pretencioso, lo que creo que ocurre con las películas anteriores de Balagueró. Aquí, en cambio, apuesta por la sencillez... y le sale bien. Digamos que chirría menos que sus trabajos anteriores, que para mí acaban siendo poca cosa aparte de la atmósfera. En "Para entrar a vivir", en cambio, digamos que se complica menos la vida y que logra lo que se propone (digo yo) porque su debilidad, el guión, no es tan trascendente como en otras ocasiones. Ahora no necesita de un gran guión, y por ello creo que funciona como ejercicio de estilo que se soporta sobre cuatro palitos.

No comparto tu apreciación sobre lo buen narrador que es James Gunn, el de "La plaga". A mí se me atragantó, me aburrió, no percibí ritmo alguno. Me pareció una cosa muy flojita y me sorprendió lo tanto que se había hablado de ella siendo un subproducto con unas cuantas gracias y un aroma a serie B... sin más.

Respeto a la peli de De la Iglesia, ya dije en mi blog que me había parecido una obra muy menor y decepcionante en la trayectoria del autor. Ese desmoronamiento del que hablas me pareció una mera caricatura y en ningún momento sentí autenticidad en esa caída del personaje.
Me parece un trabajo indefinido, que ni se decanta por el humor ni por el terror y que, para mí, se queda a medio camino de todo, en algo muy soso y sin garra alguna.