jueves, febrero 15, 2007

[Estreno] "Shortbus" (2006) de John Cameron Mitchell: Sexo y nada más



Texto en MIRADAS DE CINE

En Shortbus (id. 2006) hay sexo, mucho sexo. De ahí que su director, el controvertido John Cameron Mitchell, no pueda quejarse de que muchos resuman su película con los clásicos –y ya plomizos- adjetivos de provocativa, necesaria, o fresca; porque más allá del primero, lo que es capaz de ofrecer Shortbus viene a ser muy poquito. Por otro lado, otros intentarán sintetizar el film acudiendo al sempiterno –y ya cansino- debate sobre la necesidad o no de reflejar tal o cual cantidad de relaciones sexuales explícitas en la gran pantalla, o si en el fondo es mejor sugerir antes que mostrar. Pero esta discusión es tan anodina e inútil como aquella otra sobre si Mel Gibson debería haber limitado la cantidad de violencia y de sangre que segrega su último largometraje. En Apocalypto (id. 2006) Gibson nos sitúa en un universo regido por el terror, el caos y los instintos primitivos, donde la manifestación de esa violencia es capital para entender la posición de sus personajes ante la vida, es decir, para comprender aquello que les mueve a actuar, que les impulsa. Del mismo modo pero intercambiando pulsiones, en Shortbus el sexo es el Sol alrededor del cual gira un variopinto universo de planetas: si te alejas, te enfrías y no comulgas, pero si te acercas demasiado, puedes terminar explotando. Esto último es algo que les ocurre a los protagonistas de Shortbus, cuyo termómetro vital se estabiliza o se dispara en función de haber saciado una necesidad u otra. En definitiva, si sus rumiaciones y neuras se reducen a la (mala) práctica del sexo, a su rutina, a su represión o al trauma, entonces que duda cabe que la representación de la actividad carnal no es solo precisa sino también incuestionable.

Solo mediante esta explicación puede entenderse que más allá de los comportamientos sexuales, los protagonistas de Shortbus sean tan simples y esquemáticos, sobre todo cuando se trata de una película de corte y estilo independiente, es decir, de esas que se vanaglorian de jugar con personajes reales a través de sus diálogos naturalistas, cotidianos y sin complejos, de una puesta en escena espontánea y liberada de restricciones –lo que equivale en demasiadas ocasiones a pobre y repetitiva-, o incluso de un guión que en esta ocasión no sólo es obra de una persona –en este caso el director-, sino que se debe a la estrecha colaboración con los actores, que aportaron sus vivencias y reflexiones al libreto final. Así pues, los bulliciosos protagonistas de Shortbus no son tan diferentes de los de una película comercial ad hoc, seres que se dirigen en línea recta hacia una meta a cumplir: una terapeuta de parejas que paradójicamente nunca ha tenido un orgasmo; un joven voyeur muy conservador que en el fondo desea dar rienda suelta a su homosexualidad latente; un socorrista de piscinas con un trauma sexual que solucionar…La resolución del problema deviene en homeostasis mientras que el fracaso los devuelve al bloqueo anímico y a la crisis comportamental.


En una secuencia de Shortbus, Justin Bond, el propietario del club que da nombre al título del largometraje y donde cualquier inclinación o apetencia sexual tiene en él cabida, comenta, mientras hace referencia a una habitación que recoge la fruición lúbrica colectiva (ver foto superior): “esto es como en los ’60 pero con menos esperanza”, una sentencia nada venial y que responde a la intención de muchos cineastas norteamericanos por evocar un pasado muy cercano que tiene mucho de presente. En este sentido, la desconexión ideológica de gran parte de la población hacia la política de la administración Bush, que rememora el descontento popular durante la guerra de Vietnam; la actitud que de estoica se transforma en demencial de mantener la ocupación de un país ante el número ingente de bajas humanas y la hemorragia económica que conlleva, o el desvío de una parte importante del caudal público hacia la industria del armamento, han estimulado un movimiento cinematográfico colateral que ha estrechado vínculos con el cine realizado durante los años ’70. El género de terror, por ejemplo, se ha recuperado de la infantilización del género a causa del “slasher para teenagers” durante la década los ’90, acudiendo a la acritud e irreverencia de las nasty-movies de los ’70; mientras que el thriller moderno ha recuperado el tono sucio y descarnado de muchos largometrajes de esa misma época, con títulos como Hostage (Florent-Emilio Siri, 2005), Narc (Joe Carnahan, 2002) o 16 Calles (16 Blocks. Richard Donner, 2005). John Cameron Mitchell mira de reojo al movimiento underground de los ’60, al estallido hippie y a una cierta forma de contracultura, con la celebración del amor libre y la liberación sexual como axiomas frente al progresivo conservadurismo y alineación de la sociedad. No es casualidad que Shortbus culmine con un gran apagón público que suma a Nueva York en la oscuridad, pero a diferencia de aquel acaecido en 1977 que provocó una descomunal ola de pillajes por toda la ciudad, éste le sirva al realizador como bienaventurada epifanía para unos personajes que necesitan continuar con sus vidas; una decisión por la que no se puede tachar a Mitchell de deshonesto, ya que siempre se ha mantenido lo suficientemente unido a sus personajes como para concederles una segunda oportunidad.

Quizás sea esto lo más interesante (¿lo único?) y realmente enjundioso que propone John Cameron Mitchell en su película, y que conecta con un sentimiento tan contemporáneo como es el miedo al Otro. Shortbus termina enarbolando la bandera del auto conocimiento sexual como medio de entendimiento, es decir, parece decirnos que primero tenemos que empezar por conocernos un poco más nosotros mismos para luego intentar comprender a aquellos que nos rodean.

Saludos

11 comentarios:

Anónimo dijo...

Es una película que no me llama nada. Si "El libro negro" de Verhoeven la acabaré viendo seguro un día de estos, dudo mucho que vaya a ver "Shortbus", la verdad...

PD: Por cierto, ¿has visto "Contra la pared"? Acabo de verla. ¡Qué dolor!

Anónimo dijo...

Pues para tener sólo una cosa realmente interesante... luego le cascas un aprobadillo en filmaffinity! :P

y ya que mencionas Apocalypto... al final la semana que viene la veré (como la echan en el cine de mi pueblo luego si no me gusta, al ser más barata, os odiaré menos XD) salvo accidente o cosas por el estilo...

Roberto A. O. dijo...

Hombre freddy, es que para mi menos de un 5 es un suspenso..y yo no suspendería a esta película. Vale que a mi no me parezca nada del otro mundo pero tampoco es que sea mala. Y me alegro que vayas a ver "Apocalypto"...mira que como te guste....

No Max, no he visto "Contra la pared", la tengo pendiente...hay tantas pendientes..sniff.. pero acabo de llegar de ver "Cartas desde Iwo Jima" y me ha parecido soberbia.

Saludos

Anónimo dijo...

No sabía de la existencia de esta película (tengo la cartelera descuidada), pero por lo que acabo de leer a mí tampoco me cautiva.

Como se te nota la psicología con el bloqueo anímico y la crisis comportamental jeje Que técnica te ha quedado la frase.

Por cierto, fantástica A bittersweet life. Me encantó! Al final no me quedé al coloquio, porque como voy sola me daba pereza estar haciendo tiempo.

saludos!

Anónimo dijo...

Es que Roberto juega con ventaja. Aplica su teoría psicológica a las pelis... y así no hay manera de poder con él... jejeje. :P

QUIERO ver "Cartas desde Iwo Jima".

QUIERO ver "La ciencia del sueño".

"A Bittersweet Life" es magnífica.

Anónimo dijo...

Pues si me gusta lo reconoceré abiertamente y fundaré una religigión con Gibson como Dios único y supremo, bueno vale, puede que no tanto!

(en relación con los deseos de Max de ver ciertas pelis) Tanto Iwo Jima cono la de Gondry son estupendas ^^

Roberto A. O. dijo...

Sí vamos, las ventajas de ser psicólogo...las ventajas de estar en paro y pudiendo escribir...jejeje, aunque bueno, siempre es una manera de acercarse desde otro sitio a las películas que uno ve.

Pues sí, "A bittersweet life" es una película soberbia, y que al fin pude ver en pantalla grande (y con los subs en castellano bailando muy bien). Intentaré repetir el próximo jueves con la opera prima de Kim Ki-Duk.....y la mesa redonda, bueno, no estuvo mal.

Saludos

Anónimo dijo...

He quitado "La ciencia del sueño" a la media hora. No me estaba gustando. Y no le veía sentido. Puede que la retome otro día...

Roberto A. O. dijo...

Jajajaja, bueno, es que bastante "especial"...

Saludos

Caperucita Rusa dijo...

Qué pena ver el nombre de alguien tan gratamente interesante como John Cameron Mitchell incluido en medio de esa etiqueta hoy ya casi despectiva de independiente. Parece que se pone de moda eso de mostrar sexo explícito en el cine convencional, pero hay algo en John Cameron Mitchell que no tenía, por ejemplo, el Winterbottom de Nine songs. La necesidad de sexo explícito no intenta provocar, no intenta ser fresca ni necesaria, simplemente pretende construir a sus personajes partiendo de la importancia del sexo en sus vidas -y para ello lo muestra sin tabúes- para luego adentrarnos en sus motivaciones, en sus problemas, en sus vidas.

Como ya ocurrió con su ópera prima, Hedwig and the angry inch (que parece que no ha sido muy vista por estos lares...), el afán esteticista y los mundos por los que Cameron Mitchell se mueve parecen llevar a un sector de los espectadores a tacharlo de superficial y esquemático. Y si Shortbus no difiere en demasía de una película convencional, es porque no intenta ser otra cosa. El hecho de que no caiga en eufemismos ni tabúes sobre las relaciones que, a día de hoy, en el siglo XXI, no hacen daño a nadie, no es por ruborizar mejillas ni escandalizar a la platea. Es simplemente porque, para él, lo convencional no está en los matrimonios perfectos rodeados de rubísimos vástagos. Parece que muchos -no va por ti, Roberto- no acaban de darse cuenta de que mostrar a homosexuales, transexuales y dominatrix en las películas no tiene que ver con la mera provocación, cual John Waters.

Y por último, me gustaría hacer alusión a esa maqueta neoyorquina que sirve como plano general de las relaciones de Shortbus, emparentada con las animaciones que John Cameron Mitchell ya utilizó en Hedwig y que vienen a particularizar mucho más la narrativa y el alma de visionario de este cineasta en lo referente al arte (y no me estoy refiriendo a esas gotas de semen que se funden con el dripping del cuadro de Pollock). John Cameron Mitchell seguirá dando que hablar, pero algún día dejará de ser porque lo tachen de provocador, sino porque lo consideren como el cineasta mayúsculo que apunta a ser.

Un besote Roberto!

Roberto A. O. dijo...

Bueno Caperucita, me alegro que hayas regresado con fuerza, no esperaba menos de ti.

Creo que en general estamos de acuerdo en varias cosas: yo en ningún momento he afirmado lo de fresca y necesaria -esto último nunca lo he entendido muy bien-, pero sí he recogido que dichas palarbas se han vertido sobre la película. Como comento en el primer párrafo, creo que el sexo explícito debe estar por la misma razón que comentas: es la base para los problemas de sus protagonistas. Por ello no creo que Mitchell sea un mero provocador, aunque eso no quita para que él sea consciente de como está el tema actualmente y de qué va a decir la gente cuando vea a un tipo practicándose una autofelación. Y estoy de acuerdo en que la manera que tiene de rodar la sexualidad está lejos del Winterbottom de Nine songs, porque siempre ví algo artificioso en el film del inglés que no veo en el del norteamericano -y realmente dudo que alguien pueda rodar de forma tan cotidiana a un tipo cantando el himno norteamericano mientras le chupa el culo a otro...jejeje-

Aprovechando que iba a escribir sobre la película, recuperé "Hedwig", la cual me parece que está a años de luz de "Shortbus", siendo mucho más transgresora, pero no por su argumento sino precisamente por ese juego genérico que plantea. "Shortbus" a su lado es un film visualmente muy pobre, con poquitas ideas de puesta en escena, y con unos personajes tan simples -¿realmente pretende Mitchell decir que todos somos tan básicos o es que se ha quedado corto en su discurso?- para el naturalismo que pretende transmitir.

Y bueno, eso de una película convencional no me lo trago, y no tanto por ese momento semen-cuadro de Pollock (uufff), sino por sus constantes alusiones al post-11S y a la situación social que ha creado, aunque sea de forma soterrada. Está claro que Mitchell busca algo más...o al menos a mí me lo parece.

En cualquier caso, una siempre sana discusión. A ver que es capaz de ofrecernos el Sr Mitchell en el futuro.

Saludos