Quien me conoce sabe, que en general, me gusta Jordi Costa. Y me gusta porque reconozco una extraña sensación entre la envidia y la admiración, entre el asombro ante su capacidad de síntesis y la algarabía por convertir la reseña en ensayo. Más allá de eso, me da igual que Costa defienda o no cierto tipo de cine o de manifestaciones culturales, porque Costa es uno de esos "escritores cinematográficos" que poco a poco van trascendiendo la infame ortodoxia de la crítica cinematográfica, necesitada ya de nuevos recursos. El problema de Jordi Costa, como bien comentaba con algún compañero durante el festival de Sitges, estriba en su arrogante autoconsciencia, en el papel asumido de "líder de", de cabeza visible de algún movimiento que le obliga a posicionarse, en muchas ocasiones, sin recursos para la defensa de dicho posicionamiento.
Y eso lo convierte en alguien previsible, y por tanto también adscrito a una cierta ortodoxia. Y lo digo porque leer "500% Costa" es saber de antemano lo que va a afirmar, lo que va a citar, y adonde va a llegar...y esto desactiva gran parte de su ingenio, de su magia. El moverse en algunos contextos implica adecuarse a ciertas normas, y por tanto, a perderse. Eso es algo que también le ocurre a Carlos Losilla en Cahiers España. Y le ocurre porque entrega lo que todo el mundo espera de él, a diferencia de su etapa en Dirigido, donde marcaba la nota discordante, sobre todo en su última época. A Losilla en Cahiers le ocurre lo mismo que a Costa en "Mutantes": se alinea y pierde su capacidad de trasgresión.
Todo lo contrario le ocurre en su deslumbrante novela/ensayo/autobiografía "El sitio de Viena", más mutante que todos los mutantes juntos....ejemplo de escritura libre, modelo inspirador y renovador para nuevas (y viejas) generaciones. Losilla parte de la (no) figura de Fritz Lang para elaborar un texto que es al mismo tiempo exorcismo personal, ensayo sociocultural, análisis cinematográfico y biografía renovadora, tan independiente de todo como pendiente de su propio rigor. En "El sitio de Viena", Losilla pone al cine en su sitio: no en un universo paralelo donde esconderse, sino en un estante anexo a nuestra vida de donde recavar experiencias para enriquecerla. En definitiva, el arte como complemento, no como subterfugio, que es más difícil pero al mismo tiempo más satisfactorio. Porque donde Costa termina hablando de SU vida, Losilla habla de LA vida, algo todavía más meritorio partiendo ambos de sus propias vivencias.
Saludos