Los términos “George A. Romero” e “implícito” pueden ser tan antagónicos que ni siquiera juntos serían capaces de formar un oxímoron. El camino escogido por el director norteamericano así lo ha manifestado, un trayecto que se deshizo de la sutileza desde su mismo comienzo, y cuya creciente autoconciencia ha de investigarse en el espacio fílmico que comunica dos puntos de inflexión: la elección de sendos actores de raza negra tanto para La noche de los muertos vivientes como para La tierra de los muertos vivientes; en un caso por azar/necesidad y en el otro como decisión consciente que apoyara su talante transgresor. En ese espacio se ha edificado un cine que presta más atención al significado que al significante, a lo que colabora un feísmo estético que nada tiene que ver con potenciar la imagen primitiva, sino más bien responde a la torpeza endémica de Romero a la hora de encuadrar. Claro que todo ello podría excusarse si atendemos a una voluntad einsensteiniana que prioriza el proveer a sus imágenes de un incisivo discurso, o si, parafraseando a Stephen King, entendemos que sus películas cumplen un trabajo "sucio" al apelar directamente a lo peor de nosotros mismos, de ahí el carácter amateur de sus fotogramas. Con todo, hay quien le interesa no tanto las arengas que pregona Romero de forma explícita sino aquello que dormita bajo sus imágenes; no tanto su soflama post 11-S sino su particular visión de una nueva lucha de clases dentro de un orden político casi medieval; la desalentadora y hobbesiana concepción de la condición humana antes que su sátira del consumismo; o el aislamiento y falta de privación estimular como camino hacia la locura por encima de la crítica al militarismo.
En Atracción diabólica, adaptación del best-seller de Michael Stewart, también hay un discurso que obstruye a otro discurso, acaso más temerario y perturbador. Si el primero es representado por Romero con su habitual explicitud, el segundo pasa de la opacidad a hacerse visible de manera progresiva y casi natural. No resulta trivial la cita anterior de Stephen King cuando Romero concentra su esfuerzo en enfrentar al ser humano a un estado primario, proyectado en la figura física de un primate. Un primate que, como si de una cruel paradoja se tratase, devuelve la ilusión de la vida a su propia evolución, a un hombre postrado en una silla de ruedas e incapaz de moverse de cuello para abajo debido a un accidente. En esa enfermiza y un tanto zoofílica relación que se establece entre el hombre y el primate –que es una hembra-, se introduce la figura de una joven investigadora, generándose un triángulo amoroso que viene a ser una versión llevada al delirio del subgénero de las “stalker-movies”, desde Escalofrío en la noche hasta Fanática, pasando por Atracción fatal. Y es a través de esta brillante metonimia como Romero se permite reducir a la mujer a la categoría de animal, de emoción sin raciocinio, en una aguda declaración no exenta de misoginia. El fantástico vuelve a erigirse entonces como el género subversivo por excelencia, el único capaz de decir las cosas a la cara pero mirando hacia otro lado. Valiente oxímoron, ¿no?
Saludos
En Atracción diabólica, adaptación del best-seller de Michael Stewart, también hay un discurso que obstruye a otro discurso, acaso más temerario y perturbador. Si el primero es representado por Romero con su habitual explicitud, el segundo pasa de la opacidad a hacerse visible de manera progresiva y casi natural. No resulta trivial la cita anterior de Stephen King cuando Romero concentra su esfuerzo en enfrentar al ser humano a un estado primario, proyectado en la figura física de un primate. Un primate que, como si de una cruel paradoja se tratase, devuelve la ilusión de la vida a su propia evolución, a un hombre postrado en una silla de ruedas e incapaz de moverse de cuello para abajo debido a un accidente. En esa enfermiza y un tanto zoofílica relación que se establece entre el hombre y el primate –que es una hembra-, se introduce la figura de una joven investigadora, generándose un triángulo amoroso que viene a ser una versión llevada al delirio del subgénero de las “stalker-movies”, desde Escalofrío en la noche hasta Fanática, pasando por Atracción fatal. Y es a través de esta brillante metonimia como Romero se permite reducir a la mujer a la categoría de animal, de emoción sin raciocinio, en una aguda declaración no exenta de misoginia. El fantástico vuelve a erigirse entonces como el género subversivo por excelencia, el único capaz de decir las cosas a la cara pero mirando hacia otro lado. Valiente oxímoron, ¿no?
Saludos
8 comentarios:
¿Qué dices? Si Romero es el colmo de la sutilidad, je je... Precisamente eso es lo que, al menos a mí, hace que me resulte simpático.
"un cine que presta más atención al significado que al significante, a lo que colabora un feísmo estético que nada tiene que ver con potenciar la imagen primitiva, sino más bien responde a la torpeza endémica de Romero a la hora de encuadrar"
¿Por qué habré pensado en David Cronenberg al leer eso?
Ja, ja, no nos quejemos, que luego, cuando sale alguien que cuenta sus historias con una estética deslumbrante, se lleva palos hasta en el DNI por "formalista" y "vacío".
Claro que sí, si a todos nos gusta Romero....pero es un poco basto..jejeje. Lo cual no está mal, pero hay ocasiones en las que echa por tierra cosas que cuenta. De todos modos, lo importante es la convicción con la que narra. Mirad a Eisenstein. ¿Que pasaría si todavía hoy alguien intercalara esos insertos tan explícitos a modo de metáforas estéticas?
¿David Cronenberg? Diego, no me jodas...y menos tú...jejeje. Si me dices el primer Cronenberg, todavía te lo paso.
Esta obra maestra de Romero es como bien dices un gesto subversivo dentro del género fantástico y recupera el espíritu que el género siempre tuvo. Saludos!
Perdona, Roberto, es que el otro día volví a ver La Mosca y me chocó la tosquedad de su realización, lo que me llevó a Videodrome y... bueno... conste que el canadiense está entre mis favoritos de siempre, aunque no sé bien dónde le van a llevar sus flamantes mutaciones.
Revisaré La Mosca que no la veo hace muchísimo tiempo, pero desde Inseparables, Cronenberg ha ido depurando bastante el estilo....tan depurado que ya ni se atreve a mostrar costritas ni heridas que supuren...jeje. De todos modos, sus primeras películas sí son bastante toscas: recuerdo esos horribles ralentís de Vinieron de dentro de... arrghhh...
Saludos
Hará por lo menos diez años que no veo esta película, pero no guardo mal recuerdo de ella. Y más en comparación a los siguientes trabajos del abuelo Romero.
No sé, que sea tan tosco y basto me molesta menos que el hecho de haberse asimilado a un discurso político tan demagógico y poco asimilado como el que llevaba en "Land of the dead", un poco a lo Michael Moore y compañía. No es que en sus anteriores entregas su discurso fuese elaboradísimo, pero creo que no estaba subrayado de forma tan molesta.
Eso sí, no quiero pensar que habría sido del delirio de "Haeckel's Tale" si lo llega a dirigir él y no McNaughton. Quizá un episodio mejor...
Saludos!
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