La historia del cine se encuentra marcada por numerosísimos casos de desavenencias entre el director y los productores, que dan como resultado desde el gracioso Alan Smithee, al no reconocimiento entre ambas instancias, o a una feroz lucha por los derechos finales sobre el trabajo en cuestión. Sin ánimo de entrar en la citación de algunos nombres ilustres, podemos afirmar que The Woods –traducida aquí como El bosque maldito- ya ha pasado a formar parte de este desgraciado club. La última película del talentoso Lucky McKee, financiada por United Artists, ha sufrido problemas desde el rodaje hasta su distribución, pasando por una interminable fase de remontaje que ha culminado en un corte de 81 minutos estrenado directamente en España en formato dvd, tras haber vagado durante unos cuantos años por el limbo de los productos sin salida comercial. Por ello, habría que preguntarle a Lucky McKee cuánto del producto final es suyo, en qué ha tenido que ceder y cuántos imponderables ha sufrido su trabajo, habida cuenta que lo que nos ha llegado a nuestro país es un largometraje irregular, atractivo pero deficiente, y con ciertos brochazos impropios de quien esperábamos muchísimo más.
The Woods, recordemos, no parte de un guión del propio McKee, pero se adapta a unas intenciones que se evidencian vista la escasa pero reconocible trayectoria del realizador estadounidense. Por encima de todo, pretende convertirse en un homenaje de McKee a Darío Argento, en particular a Suspiria –y no tanto La residencia, como se ha comentado en diversos foros. Un internado femenino alejado del núcleo urbano, una joven introvertida y problemática que se une al grupo de estudiantes, unas estrictas profesoras con mucho que esconder, y el abono del fantástico que poco a poco hace crecer la planta de lo enigmático y lo intangible. También es cierto que estamos alejados del hiperbólico formalismo de Argento, de su sobresaturación cromática, porque McKee es uno de esos pocos cineastas que sabe hacer uso de la cita sin convertirla en un cliché, imponiendo por encima de todo aquello que desea contar; un hecho manifestado en Sick Girl, su brillante trabajo para Masters of Horror, capaz de unir al Argento de Phenomena y al Cronenberg de Vinieron de dentro de… sin perder de vista las propias motivaciones.
¿Y cuáles son las motivaciones de McKee? Su universo, aún joven y en formación pero sobrado de energía, se adentra en la psique de la mujer para elaborar un discurso sobre las relaciones humanas, la necesidad mutua, la soledad, la envidia y la discriminación, e incluso el lesbianismo; un microcosmos que no está libre de perversidad y de insania, pero perfectamente barnizado por un esteticismo límpido, cristalino, destilado a través de un bello trabajo en la composición del plano.
En The Woods hay detalles que remiten a su cine, y en particular a la maravillosa May: estamos una vez más ante ese universo femenino, en esta ocasión exacerbado por la contextualización del film, la presencia de una adolescente inadaptada y especial, las dificultades para encontrar su sitio en un ambiente enrarecido, la poca predisposición del resto de personajes para que encuentre acomodo en la residencia, y también un conato de relación lésbica con otra estudiante, tan vagamente esbozado en imágenes que el espectador debe esforzarse en imaginárselo. Sin embargo, no hay profundidad ni apuntalamiento que eleve la trama de The Woods por encima de su convencional punto de partida. Los detalles se quedan en ello, en meras notas reconocibles; los personajes se adhieren a su superficie –a sus tics- sin ánimo de ir más allá; se echa de menos más tensión sexual, un ímpetu más carnal en sus actividades; porque a pesar de su conseguida atmósfera tenebrosa, The Woods es una obra demasiado pura, muy poco gamberra.
Pero el mayor problema radica en que The Woods es una película excesivamente narrativa para lo poco que tiene que contar. La trama se desespera en avanzar, en cumplir sus (muy) escasos 81 minutos para dar solución a un enigma que nunca termina de satisfacer. Se pierde en la respuesta a un mac-guffin que no deja tras de sí ningún elemento con el que reflexionar a posteriori. The Woods es un cuento sin moraleja, una fábula sin doble cara. Por ello se añoran los puntos de fuga de un film como May, sus digresiones narrativas que nos hablan de sus personajes, que los liberan de sus actitudes psicóticas y les confieren vida propia, al igual que a la pareja protagonista de Sick Girl. Y eso que The Woods tiene elementos para recordar, secuencias donde el talento de McKee aparece con cuentagotas, instantes álgidos que nos mantienen en vilo hasta que finalmente se rinde al culto inane al plano corto y al insípido flashback fotográfico. ¿Tendrá también McKee culpa de esto último?
Saludos
The Woods, recordemos, no parte de un guión del propio McKee, pero se adapta a unas intenciones que se evidencian vista la escasa pero reconocible trayectoria del realizador estadounidense. Por encima de todo, pretende convertirse en un homenaje de McKee a Darío Argento, en particular a Suspiria –y no tanto La residencia, como se ha comentado en diversos foros. Un internado femenino alejado del núcleo urbano, una joven introvertida y problemática que se une al grupo de estudiantes, unas estrictas profesoras con mucho que esconder, y el abono del fantástico que poco a poco hace crecer la planta de lo enigmático y lo intangible. También es cierto que estamos alejados del hiperbólico formalismo de Argento, de su sobresaturación cromática, porque McKee es uno de esos pocos cineastas que sabe hacer uso de la cita sin convertirla en un cliché, imponiendo por encima de todo aquello que desea contar; un hecho manifestado en Sick Girl, su brillante trabajo para Masters of Horror, capaz de unir al Argento de Phenomena y al Cronenberg de Vinieron de dentro de… sin perder de vista las propias motivaciones.
¿Y cuáles son las motivaciones de McKee? Su universo, aún joven y en formación pero sobrado de energía, se adentra en la psique de la mujer para elaborar un discurso sobre las relaciones humanas, la necesidad mutua, la soledad, la envidia y la discriminación, e incluso el lesbianismo; un microcosmos que no está libre de perversidad y de insania, pero perfectamente barnizado por un esteticismo límpido, cristalino, destilado a través de un bello trabajo en la composición del plano.
En The Woods hay detalles que remiten a su cine, y en particular a la maravillosa May: estamos una vez más ante ese universo femenino, en esta ocasión exacerbado por la contextualización del film, la presencia de una adolescente inadaptada y especial, las dificultades para encontrar su sitio en un ambiente enrarecido, la poca predisposición del resto de personajes para que encuentre acomodo en la residencia, y también un conato de relación lésbica con otra estudiante, tan vagamente esbozado en imágenes que el espectador debe esforzarse en imaginárselo. Sin embargo, no hay profundidad ni apuntalamiento que eleve la trama de The Woods por encima de su convencional punto de partida. Los detalles se quedan en ello, en meras notas reconocibles; los personajes se adhieren a su superficie –a sus tics- sin ánimo de ir más allá; se echa de menos más tensión sexual, un ímpetu más carnal en sus actividades; porque a pesar de su conseguida atmósfera tenebrosa, The Woods es una obra demasiado pura, muy poco gamberra.
Pero el mayor problema radica en que The Woods es una película excesivamente narrativa para lo poco que tiene que contar. La trama se desespera en avanzar, en cumplir sus (muy) escasos 81 minutos para dar solución a un enigma que nunca termina de satisfacer. Se pierde en la respuesta a un mac-guffin que no deja tras de sí ningún elemento con el que reflexionar a posteriori. The Woods es un cuento sin moraleja, una fábula sin doble cara. Por ello se añoran los puntos de fuga de un film como May, sus digresiones narrativas que nos hablan de sus personajes, que los liberan de sus actitudes psicóticas y les confieren vida propia, al igual que a la pareja protagonista de Sick Girl. Y eso que The Woods tiene elementos para recordar, secuencias donde el talento de McKee aparece con cuentagotas, instantes álgidos que nos mantienen en vilo hasta que finalmente se rinde al culto inane al plano corto y al insípido flashback fotográfico. ¿Tendrá también McKee culpa de esto último?
Saludos
8 comentarios:
Aun tengo pendientes tanto ésta como Sick Girl y rabia me da no poder hincarles el diente aunque tu opinión de cada una está en las antipodas de la otra... pero es que disfruté tanto de May (y menos mal que salió buena, que conseguí la machada de convencer a 3 personas para ir a verla que no tenían apenas interés y que prometieron hacer peligrar mi capacidad para tener hijos si no les gustaba... y de los ataques de las 3 me libré!) que aunque no dé en el clavo hay muchas ganas de seguir la carrera de McKee...
Extremadamente fría, le falta delirio, muy cierto.
De acuerdo contigo. A mí también me decepcionó. Empieza mejor que acaba y se hace larga, larga. Fíjate que sospecho que gran parte de los méritos de "May" residen más en Angela Bettis que en McKee... aunque pueda sonar frívolo decirlo...
Prescindible.
Hombre Max, yo no llegaría tan lejos.....jejeje. Este McKee es un nombre muy a tener en cuenta, a ver que hace ahora. Por lo visto, ha escrito el guión para el primer largometraje de......¡¡Angela Bettis!!
Lo cierto es que viendo "May" y "Sick Girl" lo habría catalogado como una suerte de Todd Solondz abonado al fantastique
Saludos
Vale, he exagerado, jaja. :P
Tan sólo he visto May, pero me gustó muchísimo. Es una de mis favoritas. Intentaré ver esta y Sick Girl, a ser posible sin ningún tipo de idea previa. Si no espero nada, no podrá decepcionarme!
un saludo
Por cierto, supongo que lo sabréis, pero añado que este es el film por el cual Shyamalan se vio obligado a cambiar su inicial nombre (The Woods) a su cuarto proyecto con Buenavista y finalmente llamarlo "The Village".
Un saludo
Yo también conocí a Lucky McKee a través de May... y no salí decepcionada. Esta la tengo pendiente.
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