De toda la multiplicidad de interpretaciones que subyacen bajo el amplio espectro de los superhéroes, es necesario rescatar la dualidad heroica descifrada como una proyección externa del super yo, pero no entendido éste como una instancia psíquica que actúa a modo de conciencia moral, castigando o reprimiendo aquello que procesa como incorrecto, sino como ese yo ideal que comprende las funciones imaginarias o idealizadas del yo. Así, esa exageración ficcional del ser humano que al fin y al cabo es el superhéroe podría interpretarse como la plasmación física de un deseo (in)consciente por parte de la Humanidad, un latido que se ve estimulado en tiempos convulsos o en épocas de desasosiego, períodos donde el hombre necesita de alguien (¿de sí mismo?) que lo proteja y que imparta una justicia que las instituciones gubernamentales son incapaces de administrar.
Atendiendo a este comentario, el espectador más avezado puede salivar cual perro pauloviano cuando, a los pocos minutos de haber comenzado la nueva versión de Superman dirigida por Bryan Singer, -Superman, el regreso (Superman Returns, 2006)- el realizador nos brinda un plano televisivo con imágenes reales donde no faltan a la cita las enésimas grabaciones de un conflicto árabe o las atroces consecuencias de diversos desastres naturales. De repente la imagen del equipo se pierde, y el cambio a un plano general desvela que nos encontramos en el hogar donde Clark Kent/Superman vivió su infancia y adolescencia, a tenor de las fotografías que decoran el salón –y que incluye una instantánea de Glenn Ford, actor que daba vida al padre adoptivo del héroe en la versión de Richard Donner-. Su madre ya viuda, una envejecida Martha Kent, es testigo de una fuerte sacudida que provoca que los cimientos de la casa tiemblen peligrosamente. Una luz cegadora en forma de meteoro cruza el cielo y se estrella de forma violenta cerca del hogar. La mujer acude rápidamente para comprobar que su hijo ha regresado: Superman, imbuido en un traje desgastado se desmaya entre sus brazos. De esta manera, por mera sintaxis fílmica, Singer parece decir que dados los momentos tan comprometidos que el mundo vive en la actualidad, la figura de Superman se hace más necesaria que nunca.
Atendiendo a este comentario, el espectador más avezado puede salivar cual perro pauloviano cuando, a los pocos minutos de haber comenzado la nueva versión de Superman dirigida por Bryan Singer, -Superman, el regreso (Superman Returns, 2006)- el realizador nos brinda un plano televisivo con imágenes reales donde no faltan a la cita las enésimas grabaciones de un conflicto árabe o las atroces consecuencias de diversos desastres naturales. De repente la imagen del equipo se pierde, y el cambio a un plano general desvela que nos encontramos en el hogar donde Clark Kent/Superman vivió su infancia y adolescencia, a tenor de las fotografías que decoran el salón –y que incluye una instantánea de Glenn Ford, actor que daba vida al padre adoptivo del héroe en la versión de Richard Donner-. Su madre ya viuda, una envejecida Martha Kent, es testigo de una fuerte sacudida que provoca que los cimientos de la casa tiemblen peligrosamente. Una luz cegadora en forma de meteoro cruza el cielo y se estrella de forma violenta cerca del hogar. La mujer acude rápidamente para comprobar que su hijo ha regresado: Superman, imbuido en un traje desgastado se desmaya entre sus brazos. De esta manera, por mera sintaxis fílmica, Singer parece decir que dados los momentos tan comprometidos que el mundo vive en la actualidad, la figura de Superman se hace más necesaria que nunca.
Pero lo cierto es que Singer –y sus guionistas- prometen algo que no quieren cumplir, les puede el miedo y no les va el riesgo. Prefieren agazaparse en la península de lo cómodo, lo fácil, lo complaciente, antes que aventurarse en los inestables islotes de la reflexión combativa. Por ello, esos breves fogonazos televisivos son lo más cerca que está Superman Returns de lo actual y lo inmediato, al no atreverse a articular ninguna clase de discurso ni utilizar el material como estilete ideológico (1). No existe en la película de Singer una relectura del superhéroe, ni siquiera una adecuación a los tiempos actuales. Asimismo, su contextualización al siglo XXI se limita al simple trasvase tecnológico, entiéndase por ello la inclusión del móvil, los portátiles y demás fanfarria anexa, ya que la ciudad de Metrópolis sigue conservando ese look retro y decididamente clean, como si para ella el tiempo se hubiera congelado.
Este estancamiento en el pretérito recuerda de manera inevitable al reciente remake de King Kong firmado por el neozelandés Peter Jackson, ya que ambas piezas se edifican en torno a una necesidad infantiloide de conservar el pasado, de rendir tributo a dos obras veneradas e idealizadas por los dos directores. Tampoco significa que nos encontremos ante un remake tan insustancial como La profecía (The Omen. John Moore, 2006), ya que tanto Peter Jackson como Bryan Singer poseen un toque personal, pequeño pero existente, y que los diferencia del funcionarial estilo de Moore. Si en King Kong (id. 2005) Jackson apuesta por construir un largometraje que tiende al exceso, prescindiendo de cualquier indicio de metáfora psicosexual entre el gorila y la actriz y transformando a la bestia en un salvaje primate para el que la mujer es un mero instrumento de ocio, Singer prefiere reducir la historia a un melodrama folletinesco a tres bandas, donde una de ellas –Richard White, marido de Lois Lane- funciona por rebote interpretativo. El resto de personajes, incluido un Lex Luthor maltratado debido a su elíptica construcción, actúan a modo de partenaires de lujo de la pareja protagonista: un Superman/Clark Kent que intenta recuperar el tiempo perdido, tras abandonar la Tierra durante un largo intervalo de tiempo para acudir a su planeta natal, y una Lois Lane despechada ante la ausencia de su amor platónico, que termina encontrando consuelo en el calor de otro hombre. Detalles insuficientes –al que habría que incluir un motivo argumental que no desvelamos para no estropear la sorpresa- para explicar, al menos artísticamente, esta nueva versión del personaje creado por Jerry Siegel y Joe Shuster.
Este estancamiento en el pretérito recuerda de manera inevitable al reciente remake de King Kong firmado por el neozelandés Peter Jackson, ya que ambas piezas se edifican en torno a una necesidad infantiloide de conservar el pasado, de rendir tributo a dos obras veneradas e idealizadas por los dos directores. Tampoco significa que nos encontremos ante un remake tan insustancial como La profecía (The Omen. John Moore, 2006), ya que tanto Peter Jackson como Bryan Singer poseen un toque personal, pequeño pero existente, y que los diferencia del funcionarial estilo de Moore. Si en King Kong (id. 2005) Jackson apuesta por construir un largometraje que tiende al exceso, prescindiendo de cualquier indicio de metáfora psicosexual entre el gorila y la actriz y transformando a la bestia en un salvaje primate para el que la mujer es un mero instrumento de ocio, Singer prefiere reducir la historia a un melodrama folletinesco a tres bandas, donde una de ellas –Richard White, marido de Lois Lane- funciona por rebote interpretativo. El resto de personajes, incluido un Lex Luthor maltratado debido a su elíptica construcción, actúan a modo de partenaires de lujo de la pareja protagonista: un Superman/Clark Kent que intenta recuperar el tiempo perdido, tras abandonar la Tierra durante un largo intervalo de tiempo para acudir a su planeta natal, y una Lois Lane despechada ante la ausencia de su amor platónico, que termina encontrando consuelo en el calor de otro hombre. Detalles insuficientes –al que habría que incluir un motivo argumental que no desvelamos para no estropear la sorpresa- para explicar, al menos artísticamente, esta nueva versión del personaje creado por Jerry Siegel y Joe Shuster.
Nos encontramos pues ante un film fosilizado, zozobrado en una fotogenia trasnochada –esa imagen impertérrita de Superman, con el tradicional tirabuzón que adorna su frente-, anclado en un clasicismo rancio que no abandona por miedo al fracaso, por temor a la reacción visceral de los exigentes seguidores del superhéroe, pero en particular de los defensores del largometraje de Donner (2). Porque si Superman Returns funciona –y lo hace en contadas ocasiones- se debe precisamente a su capacidad para evocar los fotogramas de la película de 1978, de la cual es imposible olvidarse, y no porque seamos unos cerrados mitómanos sino porque Singer no quiere que lo hagamos. De ahí los créditos semejantes a los del film original, la presencia infográfica de Marlon Brando gracias a la recuperación de metraje no utilizado, la secuencia en la que Superman invita a Lois Lane a volar sobre la ciudad, el uso de diálogos ya presentes en la versión de Donner (3), o la mimética composición de un Brandon Routh que demuestra haber estudiado en profundidad los gestos del malogrado Christopher Reeve. Elementos varios que obligan a distinguir entre el fugaz homenaje y la copia acomodada.
La puesta en escena de Singer se presenta muy poco prolija en elementos de interés. Los detalles visuales acompañan a menudo al enemigo del héroe, como la manera que tiene el realizador de filmar su barroca morada, en base a forzadas angulaciones acompañadas de sinuosos travellings. También merece ser destacada la secuencia de presentación del propio Lex Luthor, donde Singer trabaja sobre la metáfora animal para explicar la relación entre él y esa acaudalada anciana postrada en la cama de su mansión; o la escenificación de los efectos del mineral procedente de Krypton en un decorado en miniatura, anticipando lo que será el clímax del relato. Estos matices contrastan con la pobreza general del resto del film, más allá de la esperada pirotecnia de las secuencias de acción –algunas como el ya comentado rescate del avión, más afortunada que un final carente de intensidad y considerablemente estirado-, alargando ese vacío que rodea a un trabajo emocionante y extenuante a partes iguales, cuya espectacularidad y desmesura esconden una notable ausencia de mirada crítica, una falta de autonomía que le conduce a la búsqueda de referentes pasados. Posiblemente Superman Returns sería una buena película si no existiera el Superman de 1978, o incluso mejor, si no se atreviera a mirarse tanto en el espejo de la original. Hoy por hoy se limita a una fotocopia mejorada en lo técnico, y que logra conmover en la misma medida que uno rememora con nostalgia a Christopher Reeve atravesando las nubes de Metrópolis a ritmo del score de John Williams.
(1) A diferencia de las dobles lecturas presentes en las dos primeras partes de X-Men.
(2) Entre los que obviamente un servidor se cuenta, pero que desde una postura crítica considera que una nueva versión exigía una mirada fresca, no una repetición –en versión extendida- del original.
(3) La frase que expresa Superman tras el rescate del avión es la misma que dice tras salvar a Lois Lane de morir en el accidente del helicóptero en la original.
Saludos
(1) A diferencia de las dobles lecturas presentes en las dos primeras partes de X-Men.
(2) Entre los que obviamente un servidor se cuenta, pero que desde una postura crítica considera que una nueva versión exigía una mirada fresca, no una repetición –en versión extendida- del original.
(3) La frase que expresa Superman tras el rescate del avión es la misma que dice tras salvar a Lois Lane de morir en el accidente del helicóptero en la original.
Saludos
8 comentarios:
Pues es una pena que Bryan Singer haya patinado de esa manera. De todas formas, quizás es porque soy un marveliano de pro, pero a mí Superman siempre me ha parecido un personaje bastante sosete. Donde se ponga mi Spidey, que se quite tanto Clark Kent... :p
Me parece que esto es el principio del fin del boom del cine de superhéroes. Que ya iba siendo hora, por cierto: que se centren en hacer buenos films, y no tanta mierda escondida tras una licencia de éxito.
Buf, me has dejado un poco planchado, sobre todo porque suelo coincidir bastante contigo y ya me temo lo peor... He rebajado mis expectativas, que eran muchas.
Hombre Max..jejeje, ya sabes, a verla y a opinar. No sé, quizás mi mirada cinematográfica esté cambiando porque a mi la película -y esto entra en un subjetivismo todavía mayor- no me divirtió en absoluto. Hay momentos vibrantes, claro está, pero también otros cansinos y aburridos. Quizás iba esperando encontrar algo más, y solo he visto fuegos de artificio, y quizás esos fuegos de artificio tampoco me satisfagan actualmente.
Por otro lado, hay ocasiones en las que me pregunto si yo he visto la misma película que otras personas, ya que me he quedado perplejo cuando leo en cineol cosas como: "y se podría hablar de una modernización, de una adaptación a nuestro tiempo de un personaje y su entorno, y de las lecturas que podría tener todo esto aplicadas a los Estados Unidos, un país que en este momento se encuentra bajo cierta incertidumbre política.Superman vuelve, sí, y vuelve para recordarnos que es aquel un país por el que merece la pena luchar porque en el fondo es la justicia la que debe prevalecer". Me he quedado anonadado cuando Singer da la espalda a cualquier intento de contextualizar el discurso. Creo que respeta hasta el miedo el texto fílmico original, y teme traicionarlo.
Así que te aconsejo una cosa Max, baja el nivel de expectativas y preparate para el puro espectaculo, a lo mejor a ti te satisface. Creo que los mitómanos que vayan al cine a ver de nuevo a su heroe favorito surcar los cielos, se emocionarán, pero recuerda lo que dije: lo harán porque le recordarán al film antiguo, no porque éste lo consiga.
Saludos
Tonio: si bien he de reconocer que yo también tiro más hacia la parcela "marveliana", pero eso no quita que puedas trabajar con Superman a nivel de discurso, y que se pueda reflexionar en torno a un tipo indestructible de otro planeta que se dedica a salvar a los terrícolas.
Mira, he leído en algún sitio que Singer pensó rodar una escena donde Superman se posa en la zona 0, pero al final decidió no hacerla. ¿Por qué? ¿Acaso no quería actualizar al superhéroe? Un ejemplo más...
Saludos
Zozobrado en una fotogenia trasnochada... Cada día te superas más.
Por supuesto caperucita rusa mía, ya sabes que voy en camino de: "Sunzunegui 2: The Return" o "The Ideological Son of Heredero"...jejeje. Si lo leyera A.J...
Saludos
Ahora que la he visto ya puedo opinar, y creo que Superman Returns nunca nunca nunca (aunque no existiera la de 1978) podría ser una buena película. Ay, la de veces que me eché las manos a la cabeza!!! De primeras, no sé si soy la única que no encuentra normal que, después de Christopher Reeve y Margot Kidder, los actores escogidos sean una versión adolescente y no de apariencia mayor que sus predecesores. ¿Pero alguien se puede creer a Kate Bosworth en ese papel? Y de nuevo las bromitas de Lois Lane cometiendo faltas de ortografía como que no tienen ningún tipo de gracia ni sentido.
La película es como una amalgama de postales, como un trailer alargado, soso, cursi, patético, que en ningún momento guarda una coherencia suficiente como para que se entienda de dónde surgen las cosas. Son demasiadas las referencias a las anteriores películas; se ve poca idea propia, y lo poco, es malo, muy malo!!! Para que una de las mejores cosas sea James Marsden, algo tiene que pasar.
Y se te olvida hablar de lo evidente que hacen la figura de Superman como una especie de Jesucristo redentor de la humanidad... El momento en el que se eleva sobre la tierra con los brazos en forma de cruz... Sé que lo he dicho mil veces, pero no puedo parar de repetirlo... patético!
Bueno, en definitiva, que se nota demasiado que más allá del supuesto amor por el clásico, hay un cheque millonario. Y que estoy de acuerdo con Tonio, Superman es un petardo. ¡Viva Batman :-D!
Un besote!
Como es habitual mi querida Caperucita Rusa, tus argumentos tan viscerales...jejeje. Pero tienes razón, vaya si la tienes.
Saludos
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