viernes, abril 10, 2009

Los abrazos rotos: Yo, yo mismo y Penélope



Viendo Los abrazos rotos era incapaz de sacarme de la cabeza el otro gran film onanista de la temporada, The Spirit de Frank Miller. Ambos proyectos nacen como fruto del personalísimo talento de dos creadores refugiados en sus sendos palacios de cristal, ajenos a cualquier corriente u opinión externa. Dos obras producto del embriagamiento artístico y de una cierta autarquía creativa que se deslizan peligrosamente por el hilo de lo vergonzoso y lo genial. Y es que cuando la realidad te da la espalda o simplemente no te interesa, deja que la ficción lave tus heridas...y tanto Miller como Almódovar han decidido jugarse las cartas y dejar que la representación hable por ellos, que ella misma siga construyendo una falsa imagen, un falso doble que ha engullido al Yo real.

No es nada nuevo en el caso del manchego, ebrio de su propio talento, cronista de su tiempo y prestidigitador del nuestro. Almódovar hace tiempo que dejó de mirar hacia adelante, se escondió en su habitación rodeado de dvd's de Rossellini, Malle, Lang o Hitchcock, y tiró la llave. Perfeccionó su estilo y negó al resto. Su lucha es análoga a la de Seijun Suzuki: manierismo por depuración; elección que también le honra por lo que tiene de negación del presente, en un gesto que tiene más de tozudez que de incapacidad (recordemos a Avati, por ejemplo). Así, Los abrazos rotos es una película tan impostada, tan artificial, que su leit-motiv dramático se sostiene sobre la destrucción/tergiversación de una película. El daño está en la obra, y la vida depende de la representación. El cine no puede explicar la vida (aunque lo intente), pero quiero que así sea...y si no es así, prefiero vivir en el cine y terminar una película aunque no siga con mi vida.

Honestamente, he disfrutado de Los abrazos rotos. Y lo hecho porque se trata de un cine tan démode que sólo puede ser disfrutado desde la suspensión incrédula de sus partes, como si esa cebolla tuviera todas sus capas, como si uno no supiera cuando termina la comedia y empieza el drama o viceversa. Porque sus intenciones no pueden ser más anacrónicas en lo que tienen de exorcismo personal. Al fin y al cabo, Los abrazos rotos remite a esa obsesión tan antigua y visceral del artista por colmar en la ficción sus deseos, aunque lo haga de manera aparentemente tan críptica (con ese juego de máscaras) que en el fondo es previsible y evidente en su supuesta alegoría. No lo olvidemos, Los abrazos rotos es la película en la que Almódovar lo hace con Penélope, y la pierde porque entiende que jamás podrá estar con ella...y entonces la embalsama en el montaje.

Y The Spirit es un truño.

Saludos

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Fantástico análisis.

Víctor de la Torre dijo...

Sin duda, esta es la película en que Almodóvar más se ha empachado de Almodóvar. Y, atendiendo a sus palabras, con plena conciencia de hacerlo.

Que eso sea magistral, o deplorable, mi querido compañero del metal, entra en el terreno de la subjetividad pura.

A mi, honestamente, me ha encantado. ¿Me habré vuelto cahierista? ¿Tiene cura? ¿Me nublaron el juicio los pechos de la Miró? Preguntas, preguntas, preguntas...

Un abrazo de Vic

Roberto A. O. dijo...

Vic, a mí la peli me gustó...sin parecerme maestra ni nada por el estilo.

Saludos

PD: Sabíamos que te gustaría...eres como yo con Shyamalan, jejeje

El Miope Muñoz dijo...

Una película notablísima y una crítica inteligentísima.

Rosendo Chas dijo...

Perdona este comentario a destiempo pero no he visto la película hasta hace poco y me ha costado mucho ponerme al día en el discontinuo hilo de comentarios que propios y extraños han ido soltando desde el estreno.

Leo tu crítica ahora, prácticamente como conclusión a esta conversación disjunta, y me doy cuenta de que quizás hubiera preferido leerla antes y así no seguir leyendo: estoy casi completamente de acuerdo con lo que dices.

Me gusta especialmente tu último párrafo y más exactamente esta frase: "sólo puede ser disfrutado desde la suspensión incrédula de sus partes".

Gracias.