Three Times (Zui hao de shi guang, Hou Hsiao-Hsien. 2005): tres historias de amor protagonizadas por la misma pareja de actores en tres épocas distintas; 1911-1966-2005.
En su escrito Ontología de la imagen fotográfica [1], André Bazin nos hablaba acerca de las posibilidades de la imagen fotográfica, de una naturaleza superior a la pintura en su acercamiento a la realidad, dada su capacidad para reproducirla sin el sesgo brutal del pintor. La fotografía, para Bazin, era un paso más del hombre por congelar el tiempo, por "salvar al ser de las apariencias". De esta manera, el cine era otro peldaño alcanzado: la realización en el tiempo de la objetividad fotográfica. Por ello supongo que si André Bazin hubiera vivido para ver Three times (Zui hao de shi guang. 2005) la habría calificado como "la necesidad incoercible de exorcizar el tiempo". Porque Three Times es precisamente eso, el deseo de un hombre por atrapar un momento, por congelar a dos amantes en una fracción del espacio, en postales rotas por la aparición cadenciosa del fundido en negro.
El realizador taiwanés Hou Hsiao-Hsien, en un expresivo ejemplo de libertad creativa, nos sitúa en sus tres épocas, en esos tres momentos que han marcado su trayectoria cinematográfica, en –como bien reza el título original del film- "los mejores momentos". Three Times puede verse entonces como una recapitulación, un reordenamiento de las ideas que le han llevado a donde está, o también como una mirada nostálgica –o evocación mágica- de los instantes que su cine ha embalsado a través de más de veinte años de carrera. Es Three Times un trabajo absolutamente autorreferencial, un Hou Hsiao-Hsien que mira al pasado para reflexionar sobre el presente, sobre esa preocupación obsesiva de los cineastas contemporáneos por el tiempo, y por como éste afecta a nuestras formas de sentirnos, de amarnos, de mirarnos, de tocarnos, en definitiva, de relacionarnos; a través de un depuradísimo estilo que ya ha despreciado por completo cualquier indicio de sentido narrativo, para crear piezas emocionales y deliciosamente sensoriales, basadas en la exquisita composición del plano y en los mínimos movimientos de cámara.
Hou nos traslada al "Tiempo de amor" en el Taipei del 1966, y conjuga sus espacios personales –esa sala de billar- con una historia ingenua de desencuentros casuales, casi azarosos, en un ambiente disoluto: un joven (Chang Chen) cuyas escapadas del ejército le llevan a reencontrarse con otra joven (Shu Qi) que trabaja en el propio local. Es inevitable recordar pasajes de A time to live, a time to die (Tong nien wang shi. 1985) en ese retrato casi impoluto de la época, de ambientes liberados y de cierto gozo vital. Aquí nos encontramos con el Hou más "juguetón", que esboza dicho período con un innegable sentimiento de añoranza y de melancolía, donde los cuerpos vienen, van, se persiguen, se cruzan cual embarcaciones en el mar, pero que terminan reencontrándose y compartiendo miradas inocentes al amparo de la lluvia. Hou Hsiao-Hsien se permite el lujo de adornar su cuento con oldies como "Rain and tears" o "Smoke gets in your eyes", que lejos de ser un recurso meramente estético, acompaña a las imágenes y parece mecerlas, en particular la secuencia de apertura, donde la cámara se retuerce y se mueve marcando el contorno de los cuerpos en el espacio.
El "Tiempo de la Libertad" nos sitúa en el Taiwán de 1911, en plena ocupación japonesa de la región. La presencia recurrente de las manieristas imágenes de Flowers of Shangai (Hai shang hua. 1998) nos acompañan en la historia de amor entre un intelectual y una concubina. Paradójicamente, ese tiempo de libertad contrasta con la contención emocional de la época, la restrictiva sujeción a las normas sociales y el acatamiento de las férreas costumbres. Hou lo representa mediante la rigidez de los encuadres, donde la cámara filtra la imagen a través de paredes o de puertas semiabiertas. Sus personajes, coartados emocionalmente por la diferencia de clases, se comunican estáticamente, permanecen inmóviles y distantes en un ambiente enrarecido. El director de Café Lumiére (Kôhî jikô. 2003) recurre a intertítulos propios del mudo, pero se echa de menos un mayor desparpajo a la hora de haber rodado todo el segmento a la manera del cine primitivo, ya que la presencia en ocasiones de sonido diegético desecha cualquier motivación de rendir tributo al cine del momento [2].
Las luces de neón, el movimiento, el ruido, los trayectos motorizados, el marasmo tecnológico. El "Tiempo de la juventud" está en el nuevo milenio, en el Taipei siglo XXI. El distanciamiento físico del 1911 desaparece para mostrar a los cuerpos unidos, al sexo como herramienta de dilucidación de las situaciones y de los problemas. La presencia de Shu Qi nos retrotrae forzosamente a las viñetas recargadas y difusas de Millenium Mambo (Qianxi manbo. 2001), a los tiempos de desconexión emocional y a la fragilidad de las relaciones, pero el resto de personajes también nos recuerdan a aquellos que poblaban Goodbye South, Goodbye (Nanguo zanjan, nanguo. 1996), seres que se asfixian en sus propias estancias mentales. La doble relación que mantiene una autodestructiva, epiléptica y díscola cantante de rock con una joven amiga y con un fotógrafo de peligrosas tendencias voyeurísticas es la excusa de Hou para plasmar sus sensaciones acerca del estado de las cosas contemporáneas: visión oscura, apesadumbrada, donde todos invadimos el espacio físico de los demás, donde el sexo es una necesidad mediata que no repara, simplemente prolonga.
Podría decirse que actualmente, Hou Hsiao-Hsien es, junto a otros directores orientales como Tsai Ming-Liang o Takeshi Kitano, la ejemplificación de un cine libre, que crea corrientes sin adherirse a ellas. Three times, sin ser su mejor película, sí puede verse como un apretado catálogo de obsesiones, una síntesis de sus obras previas sin dejar de progresar, del mismo modo que los últimos trabajos de los directores citados breves líneas atrás. Ello nos lleva a pensar que los cineastas asiáticos, esos que han troquelado nuestros esquemas y ampliado nuestras miradas, comienzan a recapitular, a hacer resumen, preparándose para volver a atacar. No sé ustedes, pero yo ya estoy ansioso por saber qué nos espera a continuación.
Ah, y por cierto, bienvenidos al BAFF: la cosa no podría comenzar mejor.
[1] Recogido en el libro ¿Qué es el cine? Bazin, A. Ed. Rialp.
[2] Hou Hsiao-Hsien decidió convertir el episodio de mudo, cuando, por problemas de tiempo, no pudo conseguir que sus actores aprendieran de manera correcta el dialecto taiwanés de la época.
Reseña en Tijeretazos
Saludos
En su escrito Ontología de la imagen fotográfica [1], André Bazin nos hablaba acerca de las posibilidades de la imagen fotográfica, de una naturaleza superior a la pintura en su acercamiento a la realidad, dada su capacidad para reproducirla sin el sesgo brutal del pintor. La fotografía, para Bazin, era un paso más del hombre por congelar el tiempo, por "salvar al ser de las apariencias". De esta manera, el cine era otro peldaño alcanzado: la realización en el tiempo de la objetividad fotográfica. Por ello supongo que si André Bazin hubiera vivido para ver Three times (Zui hao de shi guang. 2005) la habría calificado como "la necesidad incoercible de exorcizar el tiempo". Porque Three Times es precisamente eso, el deseo de un hombre por atrapar un momento, por congelar a dos amantes en una fracción del espacio, en postales rotas por la aparición cadenciosa del fundido en negro.
El realizador taiwanés Hou Hsiao-Hsien, en un expresivo ejemplo de libertad creativa, nos sitúa en sus tres épocas, en esos tres momentos que han marcado su trayectoria cinematográfica, en –como bien reza el título original del film- "los mejores momentos". Three Times puede verse entonces como una recapitulación, un reordenamiento de las ideas que le han llevado a donde está, o también como una mirada nostálgica –o evocación mágica- de los instantes que su cine ha embalsado a través de más de veinte años de carrera. Es Three Times un trabajo absolutamente autorreferencial, un Hou Hsiao-Hsien que mira al pasado para reflexionar sobre el presente, sobre esa preocupación obsesiva de los cineastas contemporáneos por el tiempo, y por como éste afecta a nuestras formas de sentirnos, de amarnos, de mirarnos, de tocarnos, en definitiva, de relacionarnos; a través de un depuradísimo estilo que ya ha despreciado por completo cualquier indicio de sentido narrativo, para crear piezas emocionales y deliciosamente sensoriales, basadas en la exquisita composición del plano y en los mínimos movimientos de cámara.
Hou nos traslada al "Tiempo de amor" en el Taipei del 1966, y conjuga sus espacios personales –esa sala de billar- con una historia ingenua de desencuentros casuales, casi azarosos, en un ambiente disoluto: un joven (Chang Chen) cuyas escapadas del ejército le llevan a reencontrarse con otra joven (Shu Qi) que trabaja en el propio local. Es inevitable recordar pasajes de A time to live, a time to die (Tong nien wang shi. 1985) en ese retrato casi impoluto de la época, de ambientes liberados y de cierto gozo vital. Aquí nos encontramos con el Hou más "juguetón", que esboza dicho período con un innegable sentimiento de añoranza y de melancolía, donde los cuerpos vienen, van, se persiguen, se cruzan cual embarcaciones en el mar, pero que terminan reencontrándose y compartiendo miradas inocentes al amparo de la lluvia. Hou Hsiao-Hsien se permite el lujo de adornar su cuento con oldies como "Rain and tears" o "Smoke gets in your eyes", que lejos de ser un recurso meramente estético, acompaña a las imágenes y parece mecerlas, en particular la secuencia de apertura, donde la cámara se retuerce y se mueve marcando el contorno de los cuerpos en el espacio.
El "Tiempo de la Libertad" nos sitúa en el Taiwán de 1911, en plena ocupación japonesa de la región. La presencia recurrente de las manieristas imágenes de Flowers of Shangai (Hai shang hua. 1998) nos acompañan en la historia de amor entre un intelectual y una concubina. Paradójicamente, ese tiempo de libertad contrasta con la contención emocional de la época, la restrictiva sujeción a las normas sociales y el acatamiento de las férreas costumbres. Hou lo representa mediante la rigidez de los encuadres, donde la cámara filtra la imagen a través de paredes o de puertas semiabiertas. Sus personajes, coartados emocionalmente por la diferencia de clases, se comunican estáticamente, permanecen inmóviles y distantes en un ambiente enrarecido. El director de Café Lumiére (Kôhî jikô. 2003) recurre a intertítulos propios del mudo, pero se echa de menos un mayor desparpajo a la hora de haber rodado todo el segmento a la manera del cine primitivo, ya que la presencia en ocasiones de sonido diegético desecha cualquier motivación de rendir tributo al cine del momento [2].
Las luces de neón, el movimiento, el ruido, los trayectos motorizados, el marasmo tecnológico. El "Tiempo de la juventud" está en el nuevo milenio, en el Taipei siglo XXI. El distanciamiento físico del 1911 desaparece para mostrar a los cuerpos unidos, al sexo como herramienta de dilucidación de las situaciones y de los problemas. La presencia de Shu Qi nos retrotrae forzosamente a las viñetas recargadas y difusas de Millenium Mambo (Qianxi manbo. 2001), a los tiempos de desconexión emocional y a la fragilidad de las relaciones, pero el resto de personajes también nos recuerdan a aquellos que poblaban Goodbye South, Goodbye (Nanguo zanjan, nanguo. 1996), seres que se asfixian en sus propias estancias mentales. La doble relación que mantiene una autodestructiva, epiléptica y díscola cantante de rock con una joven amiga y con un fotógrafo de peligrosas tendencias voyeurísticas es la excusa de Hou para plasmar sus sensaciones acerca del estado de las cosas contemporáneas: visión oscura, apesadumbrada, donde todos invadimos el espacio físico de los demás, donde el sexo es una necesidad mediata que no repara, simplemente prolonga.
Podría decirse que actualmente, Hou Hsiao-Hsien es, junto a otros directores orientales como Tsai Ming-Liang o Takeshi Kitano, la ejemplificación de un cine libre, que crea corrientes sin adherirse a ellas. Three times, sin ser su mejor película, sí puede verse como un apretado catálogo de obsesiones, una síntesis de sus obras previas sin dejar de progresar, del mismo modo que los últimos trabajos de los directores citados breves líneas atrás. Ello nos lleva a pensar que los cineastas asiáticos, esos que han troquelado nuestros esquemas y ampliado nuestras miradas, comienzan a recapitular, a hacer resumen, preparándose para volver a atacar. No sé ustedes, pero yo ya estoy ansioso por saber qué nos espera a continuación.
Ah, y por cierto, bienvenidos al BAFF: la cosa no podría comenzar mejor.
[1] Recogido en el libro ¿Qué es el cine? Bazin, A. Ed. Rialp.
[2] Hou Hsiao-Hsien decidió convertir el episodio de mudo, cuando, por problemas de tiempo, no pudo conseguir que sus actores aprendieran de manera correcta el dialecto taiwanés de la época.
Reseña en Tijeretazos
Saludos